viernes, 12 de mayo de 2006

Los migrantes y lo políticamente correcto

Lo políticamente correcto usualmente es bien visto. O mejor dicho no es visto, por que tiende a ser la media en las relaciones sociales, es decir lo que comúnmente hace la mayoría; lo que resulta visible es lo políticamente incorrecto.
El día primero de mayo fui políticamente correcto: no compré nada de procedencia gringa, y para asegurarme de no caer en la tentación preferí no comprar nada; salvo unos faros que se hicieron necesarísimos cuando llegó la noche. Visité algunos establecimientos de franquicias gringas como McDonlads, KFC y Wal-Mart para ver qué tanto se habían perjudicado por el boicot, acá de este lado. Pero al menos desde fuera no pareció afectarles mucho. Todos tenían clientes. Lo mismo ocurrió en el Starbucks, cuya sucursal de Terranova y Pablo Neruda estaba atestada de los típicos niños y niñas bien de la zona bebiendo Frapuccino Caramel o su café latte helado. Me interesaba saber el efecto económico del boicot. Pero no fue cuantificado en nuestro país. Del otro lado, se habla de 12 millones de dólares, de un montón de negocios que cerraron por la ausencia de los trabajadores, otros tantos que estuvieron funcionando a medio gas, con la mitad de los trabajadores.
No creo que el resultado haya sido una novedad, ni tampoco creo que las autoridades gringas no sepan lo que económicamente representan la mano de obra barata que aportan los migrantes, ni que su nivel de consumo sea importante para la economía de aquel país. Tampoco creo que los gringos quieran deshacerse de los migrantes. Más bien todo lo contrario. Quieren reafirmar su autoridad en tanto tienen la capacidad legal de expulsar a todo aquel que llega a aquel país sin papeles, con lo cual los mantienen en la clandestinidad, cosa que resulta económica y políticamente muy redituable y de paso se evitan lidiar con una serie de problemáticas de atención social.
Es sorprendente la convocatoria de la comunidad latinoamericana en Los Yunaited. Las marchas multitudinarias se dieron no sólo en ciudades como Los Ángeles y Chicago, donde la población morena del sur del río Bravo es numerosísima; sino también en Dallas, Nueva York, Washington… En algunos partes, como Nueva York, la marcha se vio enriquecida por el sector musulmán e irlandés. Los lectores de las noticias hacían referencia a que esa marcha era tan importante como la encabezada por Martin Luther King cuando los afroamericanos (buen apelativo para seguir con lo políticamente correcto) tomaron las calles del Deep South y del este de los Estados Unidos para reclamar sus derechos humanos.
Las imágenes que transmitió CNN fueron muy elocuentes. Las banderas que más abundaron fueron las de las barras y las estrellas y las mexicanas. A ojo de buen cubero, mi impresión fue que las primeras fueron más numerosas. Las pancartas de repudio a la reforma esa que está entrampada en el senado fue de las más socorridas. También pedían amnistía. ¿Amnistía? Sí. Pero no entendí cabalmente de qué, pero ese era el reclamo. Los gritos de los manifestantes tampoco los entendí (al menos los que pasaron en la televisión). Gritaban “sí se puede”. ¿Sí se puede? ¿Qué es lo que sí se puede? ¿Que les den la green card? ¿Que se permita la libre entrada a los latinos? Honestamente no entendí.
Es claro que lo políticamente correcto es apoyar a los migrantes. Son ellos los subordinados, los que arriesgan sus vidas para encontrar una “mejor vida”, allá en “El Otro Lado”. Es también políticamente correcto apoyar el multiculturalismo y la tolerancia sexual, racial, cultural, política y todas las tolerancias que pueda haber; también la libertad de prensa (aunque no se tenga bien claro qué significa eso, ni las consecuencias que ello tiene); la educación básica, gratuita, laica y obligatoria para todos (aunque tampoco se haya meditado cabalmente el sentido y los resultados que produce). Tratar de argumentar algo en contra o simplemente tratar de proponer algo diferente con respecto de estos preceptos mágicos pararía de pestañas a más de uno. Cualquier comentario al respecto sería políticamente incorrecto y por demás notorio.
Insisto en que participé en el boicot, pero me percaté de que el anhelo de los migrantes es ser gringos, o algo diferente, tal vez una nueva nación (que ya cuenta con sus mitos de origen como Aztlán, los símbolos identitarios como Zapata, la Virgen de Guadalupe, caballeros águilas con coloridos penachos, y ellos mismos: el cholo y la chola). No obstante, su identificación con el American way of life es insustituible. ¿Estaremos presenciando las primeras manifestaciones del surgimiento de un país, cuyo idioma oficial sería el espanglish?
Ya lo dijo Marx con suma claridad, el trabajo es lo único que produce riquezas, y con el fenómeno de los migrantes estamos apoyando la salida del bien más preciado con el que cuenta este país: la mano de obra. El presidente Fox se ha esforzado por discutir con los gringos el asunto de los migrantes, pero para aliviar ese problema ¿no se podrían intentar otras alternativas? Los empleos en México crecen cada día más, es un hecho irrefutable. El problema es que los empleos son de economía informal. Cada día hay más gente dedicada a vender en la calle chácharas de China o copias piratas.
No intento hablar de un país ideal. La gente sale porque acá no encuentra empleos. Los profesionistas, cada día más numerosos, no tienen espacio laboral para colocarse. Aquello de que si quieres ser alguien en la vida, estudia, ya pasó de moda. Cursar una licenciatura no garantiza laborar como profesionista.

Entonces, quienes se van quieren ser gringos y batallar por el American Dream; nos solidarizamos con ellos desde este lado. Apoyamos un fenómeno que realmente es para darnos vergüenza: la incapacidad de la economía nacional de mantener a su población; la incapacidad del Estado de mantener la seguridad económica de su gente. Y por otro lado, apoyamos a un sector importante de la sociedad que ya no quiere ser mexicano.
Lo políticamente correcto era apoyar a los migrantes y manifestarse en contra de los Estados Unidos, pero ¿en que nos opusimos a ellos? Fuimos políticamente correctos sin saber bien qué efectos tenía eso.