miércoles, 16 de enero de 2008

Elementos

Empiezo a creer que los sueños, además de muchas cosas, son un medio de comunicación. Uno en el que emergen las frases de las entrañas, sin cortapisas. “Sí”, simplemente es “Sí”. Sin porqués. “Sí” carente de miramientos para frenar el viaje de mi mano que va prendiendo las esquinas oscuras de tu cuerpo. “Sí” y soplas como el viento que alimenta a este incendio. “Sí” y no cancelas tus impulsos. “Sí” y los deseos se convierten en lío de piernas que encienden las sábanas.

La razón en su embriaguez bebe el sudor que arde y se deleita nadando en los líquidos de cuerpo y se deja plácidamente en un entumecido aletargamiento. En el silencio acaricia tiernamente a la conciencia que con ojos chispeantes muerde sus labios. Ambas beben del elixir que humedece la almohada. Sienten la ligereza del momento y escuchan atónitas: “Sí” sin poder ni querer hacer nada. “Sí” que retumba en las paredes. “Sí” y caen ambas de la escalera. “Sí”.

Me detengo. Un ruido externo me quiere convencer de que estoy soñando. Quizá por eso te pregunto “¿Estás segura?”. “Calla” y me cubres los ojos. “Déjame seguir aquí contigo” tu voz jadeante se entrecorta con el soplo que das a este fuego que se agita y le brincan lenguas fulgurosas; resoplas y mi cuerpo se te ofrece convexo. El aire que nos separa arde chispeante y nos va fusionando como un plasma blanco, no blanco no, blanquísimo como el sol. “La luz. Mira la luz”. Los dos brillando como sol en medio del cielo negro previo al alba…

Emerge la vigilia que odio. Todavía siento el ardor de tus hombros en mis manos palpitantes. Aún el pecho se mantiene brincando y el sudor desciende de mi frente. En el ambiente tu aroma no se ha desvanecido aún y mis labios siguen entumecidos por el beso que nos rasguñó las almas. Sigo ardiendo en este incendio que no reconoce cortafuegos que lo puedan contener. Miro como las llamas brincan de un árbol a otro por sus copas y desde el suelo las lenguas ardientes trepan por el tronco consumiendo hasta la raíz. Incrédulo, desdichado y desilusionado abro los ojos y ahí está, esta maldita vigilia y yo sigo aquí sin ti, Ángela.