lunes, 24 de enero de 2011

La llamada

Sí tenía consciente de lo que iba a ocurrir cuando te lo propuse. Pero ten presente que no podía seguir en la misma situación. Es importante reconocer las limitaciones que tenemos. Tengo muy claro que no soy ningún santo y que cuando estoy contigo me ganan las ganas. Soy hombre. Nada más.
Recuerdo haberte dicho alguna vez que aceptaba el rol que me querías asignar. Incluso yo te lo llegué a recomendar. Era una medida inteligente en la cual tu podrías sacar provecho y yo con gusto participaba. Pensé en conformarme con algunas caricias de vez en vez, sin importarme que las quisieras acallar falsamente, para mantener las apariencias o quizá para seguir dándole vida al guión que querías representar; o para no sentir el peso de la traición… ¿traición? Si le podemos llamar así, pues en tu corazón no la existía, sólo en el personaje que se te ocurría representar en los momentos de la noche antes de que ocurriera la consumación. La prevenías. No estaba en el guión.. O como me lo dijiste una vez: “Esto no estaba planeado…” Pero ocurrió, lo recuerdas.
No creas que lo que te digo tiene cierta carga moral. Somos testigos tu y yo que nuestra moral tiene mucho de distraída y que suele ceder fácilmente a las tentaciones de nuestra carne. Ni siquiera se inmuta al disfrutarla, aún en viernes santo. A esos viernes los santiguábamos humanamente enredándonos hasta fundirnos.
No, lo que te propuse tiene que ver con otra cosa. Tiene que ver con el propio reconocimiento de mis límites.Era insufrible contener los deseos. Sólo verte era suficiente pera comenzar a sentir ese delicioso tormento. Pero era frustrante. Tu lo sabes. Además, tu no ayudabas. Con toda tu ingenuidad confesaste que sufríamos del mismo mal.
El script dictaba lo posible. Pero el fondo detrás de cámaras venía cargado de tus decepciones que no intentabas ocultar. Me hacías saber las razones que te habían llevado a buscarme. De acuerdo al script yo debía personificar el sujeto otro que deseaba meter las narices donde no debía. Con ello tu enviabas el mensaje claro: “no estés tan seguro de mi, porque en el momento que quiera dar media vuelta, me marcho…” Eso era yo, un otro… Así era el rol del script.
Cuando te hice la propuesta sabía los resultados de lo que vendría. Yo sólo podía representar el otro que sirve para dar tirones de orejas muy eficientes para recomponer las cosas. Nada más que ya no quise participar en esa película. Por eso saqué un nuevo script en el que yo no era el sujeto otro. Sabes eso de mantenerme en hold hasta nuevo aviso y mientras tanto llevar una charla vacua en la que esperas palabras de empatía a través de una pantalla no es mi aspiración en la vida.
Me dijeron que tuviera paciencia. Que me mantuviera simplemente ahí. Las cosas ocurrirían por sí solas. Eventualmente, las condiciones se presentarían arregladas por sí solas. Pero no estuve dispuesto…  Sabiendo de antemano cuál sería la reacción y la respuesta.
Mas no por todo esto que te digo te voy a negar que me he imaginado tu llamada y mi arribo a tu casa. Tampoco ocultaré que en muchas ocasiones he reconstruido la situación. Abro la puerta y te encuentro sentada en la cama vestida con el conjunto de color lila o quizá con más atrevimiento con el negro. Velas encendidas, sándalo en el ambiente y aceites esperando ser puestos a punto…  Te digo hola y tu no respondes, sólo tomas mis manos y todo lo demás. He imaginado tu llamada producto de un pretexto fácil como hacerme una pregunta tonta y cotidiana que cualquiera te puede responde, pero esta ocasión no aparentarías indiferencia. Esta ocasión además de la pregunta tonta vendría la buena disposición para comenzar a rodar una película diferente. Una en la que ya no hay un sujeto otro.
¿Tu llamada llegará? No lo sé. Creo que también lo has llegado a imaginar en momentos de divertida perversión. O quizá no… yo lo he llegado a imaginar porque he tenido tiempo.