lunes, 16 de enero de 2006

May be I am

Are you still mad that we slept together even after
we had ended it?
A.M.


¿Pero cómo puede ser que mis manos estén impregnadas con tu aroma? ¿Fue tu aire el que acaricié? ¿No eran tus piernas las que estaban enredadas a las mías? ¿No fueron tus senos los que llenaron mis manos, ni fue tu cabello el que enredé entre mis dedos? ¿Qué fue lo que mordí si no fue cuello? Entonces ¿realmente no estuviste en la madrugada fría más ardiente de enero cuando, nuestros dedos reclamaron piernas abiertas y nuestros humores nublaron la razón? ¿No fueron tus piernas las que cobijaron mis hombros? ¿Ni fue tu sabor el que tenía en mi boca? ¿No fui yo tu asiento hostil? ¿Lo imaginé?
He perdido la razón. Ya no puedo confiar en que lo que veo, palpo y escucho es real. Mi conciencia ha quebrado las fronteras y se ha ido a los no-lugares y a los no-tiempos. Huelo mis manos y sé que es el aroma crudo de tus rincones. Pero no es real, aunque casi pueda asegurar que eran tus bellos los que se erizaban cuando las yemas de mis dedos los transitaban. No es tu humor el que tengo en mis manos; no fueron tus labios los que mordí, ni pude saborear mis humores con tu beso.
Saco mi voluntad y trato de recrear otro momento juntos; uno que sea la síntesis de las mejores sábanas que compartimos; incluso aderezo la imaginación con los detalles accesorios, como esperar el verde de los semáforos o manejar mi carro frío por el Periférico a las cinco de la mañana. Aspiro mis manos pero tu olor no está.
No, hay algo que no anda bien.
Me resisto a creer que es mi perturbada imaginación la que creó todo esto. Acudo a tu casa con cualquier pretexto. Tu puerta se abre y pones el seguro, acomodas las cortinas para cerrar las rendijas a los ojos de los que no tienen vida. Tomo mi lugar y empiezo a recorrer tus curvas y descubrir tus senos, que se enseñan distraídos. Sí, todo eso se muestra, vuelvo a olfatear mis manos, y ahí está nuevamente tu olor. Pero descubro, cuando empiezo a hurgar entre tus piernas, que el recorrido está clausurado. Quedó así por la llamada que negó mi presencia.
Ya no permites que se te engorde la respiración, ni dejas que se te dilaten los poros. Prefieres desviar tus ojos al vacío. Sin coger mis manos, rompes el silencio sólo para pedirme que no te vea así... ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo contener con palillos la presión de esta presa cuarteada? ¿Cómo puedo reparar a un metro del precipicio? Prefiero lanzarme, caer, romperme los huesos y ahogarme con polvo. Quizá este incendio así se consuma.
La ceguera que viene del sol no quiso que fueras para mí. Aún así, trato de convencerme de que las cosas pueden ser diferentes y que el doblar de una esquina puede traer un horizonte diferente. Pero es difícil aferrarse a esa idea cuando los ojos miran que tu ausencia se aproxima y que no hay ninguna esquina, sino el horizonte plano y abierto.
Como herencia tengo esta ampolla en la palma derecha mi mano que todavía me está ardiendo.

martes, 3 de enero de 2006

Agua de Leteo

En esta hora de silencio, el mundo queda dormido frente a mis ojos despiertos, aprovecho para sacar tus fotografías para poblar mi alma con tus recuerdos. Van surgiendo uno a uno, incompletos, desordenados, incoherentes. Mi olvidadiza memoria no se esfuerza por ordenarlos ni por completarlos. Fluyen sin control ni fuerza que los intente guiar y darles sentido. Lo prefiero así, desordenados e incoherentes, que revoloteen libremente por un momento.
Tus piernas quemando las mías; tu respiración y tu rechinar de dientes; tus llantos sonámbulos con píes descubiertos, tu aroma dulce (que intento recordar, pero no puedo reproducirlo en mi memoria), tu cabello, cortito embadurnado de gel y luego, largo y cenizo. Pero por encima de todo, tus actos inconscientes. Esos que hacías cuando no sabías que te observaba o cuando las sensaciones nublaban tu pensamiento y quedaba tu mirada perdida nadando en sudor de cuerpos ardiendo, o tus bailes de niña cantando Bob Esponja, o cuando, embebida en el lectura, no quitabas tus ojos de las letras, aunque estuvieras extrayendo al moco más rejego de la historia.
Todas estas memorias se desvanecerán, así como también los recuerdos más amargos y tristes, aquellos que nacieron en las madrugadas de discusiones interminables. Mis gritos de impotencia de la aciaga noche de enero de pelea titánica que se prolongó hasta que salió el sol y un poco más, quedarán sellados por el silencio...
Sé que necesitaré más aire para rellenar los vacíos que van creciendo en estos recuerdos y, cuando eso ocurra podré inventar, sin miramientos de objetividad, que mi deseo de compartir contigo una simple caminata bajo la lluvia fue realidad y hasta podré crear el escenario de calles encharcadas y sonidos de tejados que engrandecen el caer de las gotas; podré reconstruir segundo a segundo el instante en que, detuvimos el andar, bajo una saliente para fumar el único cigarro que quedó seco y recordaré también como el brillo de tus ojos reflejaba la dicha por estar compartiendo aquel utópico momento juntos.
Pero todos, los reales y los inventados quedarán sepultados en el inconsciente e inevitablemente se desvanecerán, condenados a no volver a ser nombrados, como todos los que ahora mismo no me percato que no recuerdo.