miércoles, 25 de mayo de 2005

Cala el frío de la conciencia

El súperhombre vino pero por más que quiso no pudo "enseñar el sentido de la vida a los hombres". Esa es una tarea imposible. El sentido es una construcción erigida libremente con base en una serie de decisiones no sólo subjetivas sino también del medio sociocultural, muchas veces asumidas sin chistar siquiera. No obstante, el frío cala en la conciencia que se sabe constructora de la realidad. Y las creencias mágicas pueden convivir con el desencanto del mundo tecnologizado en el que la fe es algo que se obtiene por una elección conciente.

sábado, 21 de mayo de 2005

Estar Guars

Posted by Hello

Y es que no todo es para analizar. También es muy válido simplemente sentir y dejarse ir. El juego por el juego mismo. El juego para ser, el ser para el juego. ¿Qué importa que una historia tenga inconsistencias? ¿Qué importa si la coherencia pende de un hilo muy delgado que puede ser roto con unas cuantas preguntas? También es posible soñar y jugar como niño. No tiene nada qué ver conmigo la lectura que se le puede hacer que la película surge en el contexto de la parte final de la guerra fría y que estaba ideologizando a las débiles mentes de la sociedad gringa para satanizar el comunismo. Para los ojos de un niño poco importaban esos vericuetos. Era mucho más importante soñar en que en un mundo plenamente tecnologizado había unos seres que conocían de la fuerza y que luchaban con elegantes espadas de luz láser. Y qué ellos, eran capaces de derrotar al mal. ¿Cuál mal? Simplemente el mal, encerrado bajo el concepto del “lado oscuro de la fuerza”.
Las noches eran mejores cuando en los sueños viajaba en el Halcón Milenario o en una nave de combate de alas”X” me trasladaba al sistema Degobah y conocía el maestro Yoda quien me indicaba como tomar una poderosa espada de Jedi. O bien cuando en la vigilia un palo de escoba hacía las veces del láser e imitaba los sonidos que hacían al moverla. En aquel tiempo un pasamontañas de tela negro y unos pasadores a la altura de la boca me hacían convertirme en Darth Vader para dar más realismo al momento de extender la mano al aire y decir: “Yo soy tu padre…”
Por una hora y media pude ser feliz/ comiendo chocolates y palomitas de maíz; y desde luego los olores y colores de la lava me hicieron sentir que yo estaba allí… Porque el puro gusto de observar el nacimiento de Darth Vader me deja fascinado y embebido en una historia que me hace volver a ser niño y revivir los pensamientos de la unión de los opuestos.

jueves, 19 de mayo de 2005

Censura en South Park


Helos aquí Posted by Hello

Como no había aprendido a subir fotografías al blog me quedó mocho el de la censura en south park. De ahí que en este presente este post como un simple homenaje a Stan, Kyle, Cartman y Kenny

miércoles, 18 de mayo de 2005

Censura en South Park

Los creadores de South Park tendrían un buen tema para un capítulo de su serie animada en la censura de la que han sido objeto por la cadena MTV. Esta caricatura no sé si es la primera que se transmite en la televisión en la que los personajes hablan con “palabrotas”, “malas palabras” —o para decirlo menos moralmente con hijos de puta, cabrones, pendejos y chingados al por mayor—. Así no sea la primera ha producido un fuerte impacto y se distingue de cualquier programa similar. Bart Simpson se ve pepón al lado de Eric Cartman, Kyle Broflowski, Stan Marsh y Kenny McCormick (a quien si entendiéramos lo que dice estoy seguro que conoceríamos cuan florido es su lenguaje). Como no recordar los bonitos diálogos de Cartman con el señor Garrison:
El señor Garrison. ¿Por qué no sales y vas a ver al director?
Cartman. ¿Por que no mejor me chupa las bolas?
El señor Garrison: ¡¿Qué dijiste?! Cartman. Oh, lo siento, (se aclara la garganta y saca un megáfono), lo que dije fue “¿Por qué no mejor me chupa las bolas?”
O la clásica del mismo Cartman: “Chicos, jódanse. Yo me voy…”
O aquella también muy repetida que dicen entre Stan y Kyle después cada que muere Kenny:
Stan. !Oh, por dios! Mataron a Kenny.
Kyle. ¡Son unos hijos de puta!
En fin, tantas y tantas frases de alegre memoria. Pero lo más importante es que no se trata sólo de decir guarreses por decirlas. Sino que tiene si significado. En la primera película de South Park Bigger, longer, uncut (ampliamente recomendable) los mayores creen tener cabalmente justificada la acción de tomar las armas e iniciar una guerra contra Canadá por haber permitido que se produjera una película en la que el lenguaje soez y las flatulencias son la fuente de la comicidad; lo cual influye a las inocentes mentes de los niños norteamericanos. Aclaro más, pareciera que causa más preocupación y alarma en la sociedad norteamericana que los niños hablan con palabras altisonantes que la guerra o la violencia, o el hambre, o la paidofilia. Retomando la recurrente muerte de Kenny. Causa más impacto que un niño como Kyle diga “son unos hijos de puta”, que el diario fallecimiento de un niño pobre (como el gran Kenny).
Las voces soeces son de empleo cotidiano en un país como el nuestro. No me imagino la plática con un cuate en la que no salgan a relucir estas dichosas palabras. Sin embargo, estamos tan acostumbrados a que los acartonados personajes de la tele hablen de forma tan irreal y gris como sus historias. Nunca profieren un cabrón o un chingado por más encabronados que estén. No puede ser, simplemente eso no ocurre en la vida diaria. También ya es cotidiano para nosotros escuchar los piiiit, piiiiit, para tapar el sonido incluso de un “no mames”, Neta que no mamen.
Regreso a lo de South Park. Más allá de simplemente decir que el doblaje al español latinoamericano con que se transmitía en Locomotion era espectacularmente bueno, y que es un español plenamente latinoamericano porque se reconocen voces colombianas, argentinas, mexicanas e incluso peninsulares, quiero manifestar mi más profundo rechazo por el pésimo doblaje con que ahora se difunde algunos de los capítulos de la caricatura en la cadena MTV. No es lo mismo escuchar a Cartman decir “Chicos, jódanse. Yo me voy”, a un gris y desangelado “chicos yo ya me voy a mi casita”. ¿Qué es eso? ¿Dónde quedó la personalidad del gordito maldoso? Y ¿en qué quedó la crítica a la mochez social, a la doble moral, a la cultura del ocultamiento? Se descontextualiza, se pierde el contenido a tal punto que la coherencia del discurso queda en la ambigüedad más absoluta. Es decir ¿qué sentido tiene ver a South Park en versión censurada? Uncut, señores, uncut. SIN CENSURA.
El problema es que el asunto este de la censura no se queda simplemente en el hecho de producir esferas estériles que nos libres de los prosaicos hablares. Sino que pareciera que somos una sociedad infantil que requiere de una conciencia mayor que decida qué sí podemos escuchar y qué no. Estoy de acuerdo con que hay personas que no les gusta escuchar lenguajes floridos, y que en su cotidiano hablar no emplean tan bonitas voces; pero de ahí a que todos forzosamente veamos una programación censurada, para evitar que las buenas conciencias sean perturbadas, hay un trecho bastante amplio.

jueves, 12 de mayo de 2005

Una noche que intentó ser de jazz

Un cuate cumplió años e invita a sus amigos —yo entre ellos— a pasarse un rato con él bebiendo unas cervezas y escuchando un poco de jazz. Iba con la mejor disposición de pasar una buena velada. El grupo que haría como que tocaría el jazzecito se llama Trucker (creo). Un bajo, una batería, un sax, un sintetizador y un aprietabotones. Después de haber hecho esperar una hora, por fin los músicos decidieron empezar a tocar. Al principio, parecía que se entendían bien. Empezó el sax, luego entró el bajo, después el sinte, la batería y por último el DJ —que por cierto por más que me esforcé en escucharlo no lo aprecié más que en un solo—. Me imaginaba a los músicos rondando alrededor de un tema sonoro; los veía como líneas en movimiento. Al principio parejos, sólo girando, de pronto el bajo siente una vibra diferente y se va hacia otra parte. Bien. El baterista marcando el ritmo los acompañaba a todos el sax con un tema sensual se entedía bien con el tecladista que hacía sonidos de piano de los cincuentas. Pero de pronto, el saxofonista cambia el ritmo, el bajo pacientemente espera sentir el tema; el baterista hace lo mismo. El del sinte no deja de tocar, pero se pierde y terminan como un par de líneas en un fondo oscuro que se preguntan cómo saldremos de esta… Mejor deciden dar fin a la pieza. El final fue como caer en un bache. Se les cayó y feo lo que estaban hilvanando poco a poco. El público generoso, aplaude, a pesar de tener la sensación de haber chocado con una pared. Las risitas nerviosas de los músicos provocaban pena. Pero vamos, era la primera pieza que tocaban…
Además, el jazz no es fácil. Los sentimientos de los integrantes de una banda algunas veces no están en la misma sintonía. A veces, como líneas en movimiento, llegan a chocar y pierden el ritmo. Eso no es ningún problema. A veces esos choques producen cosas muy buenas: reencuentros que destellan luces e iluminan todo el salón; otras veces se pierden en sus pensamientos y sentimientos, dejan de acompañarse y se vuelven como líneas que tuvieron un principio común y luego dejan de tocarse hasta que se vuelven a encontrar con el ritmo de la batería que suena molesta por la sensación de duda, molestia, coraje… pero no hacer inclinar a la música a un el silencio incómodo.
Es bueno tener paciencia. El jazz es dejarse ir, lanzarse a un abismo sin saber a dónde ni cómo se va a caer [llegar]. Es fluir con los otros andando por caminos diferentes, por senderos opuestos que chocan, por rutas secretas y subterráneas que salen a la superficie todavía embarradas de lodo, sangre y lágrimas para explotar en el aire en un grito desesperado. Sonidos y silencios, pero no incómodos como resultan cuando no se sabe qué hacer al no entender al otro y mejor se le deja solo para que se estampe contra la pared junto con la audiencia. No digo que esté mal estamparse contra la pared, pero me habría gustado que se estamparan todos juntos…
Sí, no se tomaban en serio, era chacota para ellos. Además son jóvenes e inexpertos. Sólo aguanté cinco piezas y me fui a rumiar mis tripas frente a esta pantalla.

miércoles, 11 de mayo de 2005

Adicto al miedo

El temor a la condena eterna después de una vida pecaminosa ha mantenido a buena parte de los creyentes judeo-cristianos con el alma en un hilo y debatiéndose en su libre albedrío. Hacer lo que el decálogo dice asegura la redención; aunque el camino del justo es difícil, es humanamente alcanzable. No así pensaban los calvinistas que crearon una concepción aún más fatalista de la predestinación. Se era salvo o no, de acuerdo a un misterioso plan de Dios, en el que el ser humano prácticamente no podía influir en nada. El control que los representantes de la Iglesia alcanzaron fue igual al tamaño del miedo por la condena de los feligreses.
Luego vino la modernidad y con su racionalismo materialista debilitó mucho el terror en el más allá. Con ella se inició toda una serie de descubrimientos; se empezó a seguir aquella máxima de "atrévete a pensar". Los sentidos humanos se convirtieron en el mecanismo para hacer descubrimientos, y el pensamiento racional en la herramienta única para conocer las leyes que gobiernan "la naturaleza". Pero los sentidos del ser humano son limitados debido a la cortina de lluvia gris que impide ver la realidad en su plena brillantez; es decir, por más que se le buscó no percibieron a Dios por ninguna parte. Las dudas se incrementaron y poco a poco fue surgiendo la posibilidad de que las explicaciones ultramundanas con que se había entendido "la realidad" fueran una pura mentira. A partir de ahí ya no fue tan difícil llegar a la "descreídez" más absoluta y la consecuente falta de temor que provocaba la eternidad en los infiernos. Indudablemente fue un gran logro de la modernidad haber debilitado el miedo en el más allá.
Sin embargo, el racionalismo materialista moderno no terminó con el miedo ni con la incertidumbre en sí. Para algunos el más allá dejó de ejercer una fuerza terrorífica, pero como bien se sabe: el miedo ni se crea ni se destruye, sólo se transforma y el ser humano es muy inclinado a sentirlo.
Del miedo que hablo no es aquel que siente una presa al ser perseguida por el depredador. En este ejemplo el miedo es parte de un complejo mecanismo bioquimico de autopreservación de la vida y que termina cuando la amenaza desaparece. Al que me refiero es aquel que está internalizado en la conciencia de cada individuo, cuya existencia se originó socialmente, y se quiere creer en él.
La ciencia en su afán de conocer, explicar y de producir certidumbres ha logrado que ya no se le tema al rayo, porque ha explicado asépticamente qué es. Pero la ciencia también nos ha ayudado a conocer la naturaleza de muchísimas amenazas más que antes pasaban desapercibidas y que se convierten en temores sociales: los desastres ecológicos; el hoyo en la capa de ozono y los consecuentes efectos nocivos de los rayos UV; el calentamiento global producido por las descomunales cantidades de gas carbónico que se arrojan a la atmósfera. Me pregunto: ¿desde cuándo se están tomando medidas en el hoyo de ozono? ¿El calentamiento global es producido sólo por el gas carbónico? También se dice que estamos viviendo un periodo interglaciar ¿no existe la posibilidad de que este calentamiento que vivimos sea parte de un proceso natural de la tierra y que estemos cercanos a otra glaciación? Quisiera pensar que los datos que arrojan los científicos tienen como finalidad alertarnos de un problema y que la finalidad es crear una conciencia ecológica que nos lleve a corregir los errores que cometemos. Porque, claro el coche contamina, y se produce basura por menos que se quiera. Las ciudades son grandes concentraciones humanas que incuestionablemente producen muchísima concentración, pero ¿por qué los mensajes ecologistas que se transmiten en la tele echan la bolita a los ciudadanos comunes y corrientes? ¿No son las grandes compañías transnacionales de hidrocarburos, las plantas atómicas tipo la del señor Burns, las industrias químicas y muchas otras más la principales contaminantes del planeta? ¿Por qué se trata de atemorizar y de culpar solo a los ciudadanos comunes y corrientes como tu o como yo de la catástrofe ecológica?
Lo que sí no puedo entender claramente es cuál es la finalidad de hacer tanto énfasis en que un desgraciado “asteroide del tamaño de Montana” puede destruir la vida como la conocemos (e incluso hay evidencias científicas que eso ha ocurrido en el pasado —pregúntenles a los dinosaurios—); o que existe la posibilidad de que se produzca un tsunami de dimensiones titánicas que pueda arrasar con la vida de cientos de miles de personas. Sí, no niego que existan todas esas posibilidades y que la vida en la tierra está llena de peligros e incertidumbres.
Luego, la televisión se encarga de difundir un montón de miedos: asaltaron, mataron, violaron, a “X”. Eso observamos en la tranquilidad y seguridad de la casa, sin ningún problema; pero la bronca es al salir a la calle donde la desconfianza y el miedo Al Otro reina. Se quitan los cerrojos de las cinco chapas, se pone la alarma de la casa, se desactiva la del carro, se remueve el bastón del carro; se verifica que el “amansalocos” esté debajo del asiento y se emprende “tranquila y seguramente” el camino a la chamba.
A lo largo del día, cientos de pensamientos envueltos en miedo nos asaltan: el cigarro, el VIH, la inseguridad pública, los violadores, los psicópatas que asesinan sin motivo, la aceptación social, los alimentos contaminados: la salmonera, tifoidea y no se cuántas enfermedades más hay por ahí esperando alojarse en algún organismo sano. El aire está contaminado. Las cartas pueden tener Ántrax, en el camión uno puede contagiarse de no sé qué enfermedad nueva producida por virus mutantes; en los edificios no se está seguro, por ahí puede andar un terrorista de Al Qaeda tratando de estrellar un avión de American Airlines contra el edificio del trabajo; Al comer, al caminar, al querer, al fumar, al tomar, al coger, todo está lleno de peligros.
Para mitigarlo tan sólo un poco nos armamos de amuletos y sortilegios mágicos acordes a los tiempos postmodernos que vivimos. Alarmas, medicamentos, alimentos orgánicos, aparatos para hacer ejercicio, candados, cerraduras, cadenas, bastones, seguros, condones… ¿Quién necesita a un sacerdotemagochamán? Ahora tenemos la televisión para informarnos de las amenazas, incertidumbres y peligros que a cada momento de nuestras vidas nos acechan, así como al mercado que con gusto satisface nuestras necesidades de productos que nos crean la falsa ilusión de seguridad.
Ah… por cierto, al abrir esta página has sido infectado por un virus que formateará tu disco duro y toda tu preciada información será borrada… Muajajaja, muajajajaja…

viernes, 6 de mayo de 2005

De la gregaríes humana

Estaba pensando escribir del Peje y de la reacción de Cowhead: es culpable, pero no vamos a seguir el juicio ¿no que se iba a defender el estado de derecho? Está cabrón, yo que el Peje seguía la alegata legaloide ahora por difamación para seguir recibiendo publicidad gratuita, pero la verdad tengo hueva.
Mejor algo más light y relajadón. Total que la política a mí ni me importa.
Dicen que los que estudian ciencias sociales lo hacen porque por algún motivo no se sienten tan cómodos en el entorno donde se desenvuelven. A la mejor hay mucho de razón en eso. Yo entré a estudiar historia por un accidente. Una compañera de la prepa me pidió que nois metiéramos ahí y pos dije que sí. Para hacerle un paro, pero ella sólo asistió a una clase y fue nada más para decirme que ya no volvería porque su mamá le puso una cajeteada de aquellas. Ella ya se tituló en administración y yo le seguí hasta llegar al extremo del masoquismo con un doctorado.
La gente que comúnmente uno se encuentra en estos rollos se sienten diferentes al resto de la sociedad. Inadaptados, incómodos, críticos. No son muy amigos del baño, se dejan crecer la mata, no se resuran, traen morrales en vez de mochilas de niño pepón. Y mejor ya no le sigo porque no quiero parecerme a Adal Ramones. En la prepa leyeron a Nietzsche, Sartre, Hesse y otros más que les produjeron una buena simbrada a los valores en que fueron educados.
Usualmente nos creemos que somos garbanzos de a libra, o diatiro las últimas cocas en el desierto. Los dos libros que hemos leídos nos hacen creer que somos más que el resto de la masa inculta que no cuestiona ni critica nada; de esa masa incivilizada que se la pasa viendo las novelas, La Academia, BigBrother y cuanta porquería haya en la tele.
Caemos también en la apariencia de no respetar reglas, de ser seres completamente libres que sólo siguen sus instintos y que la cultura no es una fuerza de costumbre que medie cada uno de sus actos. Sin embargo, somos como cualquiera. Si bien no se usan mochilas, los morrales de cuero o de tela [mejor si se ven como de factura indígena] son la onda; los huaraches tan en voga en los setentas, ochentas y principios de los noventa fueron sustituidos por botas industriales. La mezclilla sigue rifando desde hace varias décadas y si tiene desgarraduras y partes deshilachadas mejor, porque da la apariencia de punketo; ya dije lo de las mechas largas en los hombres y el pelo cortito en las mujeres. Las camisas de preferencia de manta con motivos indígenas, nunca algo de marca que refleje la influencia del imperialismo capitalista gringo. Si fuman, nunca Marlboro, los Faros son lo más in, además sirven para tener una voz engolada y ronca (como debe de ser). En cuestión de música lo menos comercial que pueda haber, lo más raro, lo que casi nadie escucha da una impresión de interesante...
¿Esterotipos? Claro. En todos lados se siguen, como seres sociales no podemos escapar a ellos, se quiera o no. El sentido de pertenencia es necesario para todos. En última instancia somos igual que cualquiera, a pesar de los dos libros que se hayan leído.
Total, como bien lo han reflejado los Simpson, el pensamiento crítico, no seguir las reglas y toda esa palabrería que decimos cuando somos estudiantes nos dura hasta que entramos a trabajar y formamos parte del sistema. En ese momento los pantalones de mezclilla deshilachados son sustituidos por unos buenos kakis, zapatitos o botas, pero eso sí bien boleados; camisitas de vestir, adiós a las mechas largas y a encontrase con el rastrillo. Todo porque se entra a un nuevo círculo donde la pertenencia no es ya la misma que se había vivido durante el tiempo de ser escuelantes.
¿Estamos condenados a eso? Pos a la mera no, si nos vamos como Soroastro a vivir a una cueva y nos ponemos a cotorrear con un águila y con el sol. Lo reconozco, más que sentirme un desadaptado socialmente a mí me interesó más desarrollar una plática interesante que me facilitara el proceso de conquista con las chavas. Quizá ni eso obtuve, pero es chido burlarse de uno mismo. Pero aún así sigo odiando cada vez más a Lacan.

jueves, 5 de mayo de 2005

Sin saracof en los reteapretados Defes II

II

El trabajo de archivo es muy pesado. Más bien está de hueva porque los documentos que estoy revisando son en su totalidad oficiales. Estadísticas, listas largas de numeritos que toman sentido después de haberle dado muchas vueltas. En el AGN no fotocopian ningún documento que exceda el tamaño oficio, y como las hojas de cálculo que revisé estaban más grandotas, ahí estuve con mi paciencia y mis ojos traicioneros dando objetividad a mis apuntes. Lo bueno que esa vez iba con Björk y con DCD. Si no, me quedo dormido, igual que el policía, de la ultraprotegida galería cinco. El tedio se vuelve mayúsculo, pero la autoconsigna de aprovechar el tiempo lo más que pudiera me motiva para mentenerme despierto; además el varo para viajar a los reteapretados Defes es escaso.
El sofocado calorcito en el metro es rico, novedoso y atrayente los primeros tres días. La rutina se vuelve tedio. Las estaciones no cambian de lugar, siempre tienen el mismo orden. La atención disminuye, ya no hace falta tener los ojos puestos en los lugares; estos parecen adoptar la falsa apariencia de comunes...
Las mujeres en los Defes no se caracterizan por su gran belleza, ni por tener los grandes cuerpazos. Más bien son chaparritas, regordetas, ojos algo achalados, pelo lacio. La cintura pasó de moda y los escotes, en su mayoría son censurables. No me arrancan miradas ni hacen encender el aparato de scaneo. Todos los túneles son iguales. Las lucecitas blancas y azules ya no me llaman la atención. Se aprende a ocupar espacios que escapan a las "apreturancias". Bueno, esto es relativo, estoy hablando de los reteapretados Defes.
La tesión se relaja, ya ni el celular me guardo en el bolsillo. Ya la muslera está vacía y la cartera en la bolsa de atrás.
Como en Copilco me encandilo, me puedo despertar con facilidad y por eso ruego para encontrar un asiento en la línea tres y poder dormirme en el trayecto que en días aciagos dura más de una hora. Es en este momento el AGN se vuelve más pesado. Los tacos de chicharrón en la TAPO hacen también efecto, el calorcito, la retemucha gente, las apreturancias... Todo se conjuga para iniciar la caza y matar un coyotito. Total es tiempo que se tiene que aprovechar de alguna manera. Claro, la lectura, Nacho Altamirano es bueno y muy divertido pero en aquellas alturas se volvía soporífero. Ni Björk, ni DCD, ni Pink Floyd podían contener aquel alúd en los párpados. Aquel golpe con un marro en la cabeza hace entrar en sueños pesados de inconciencia.
La caja de zapatos de la Biblioteca Central quizá en los cincuentas tuvo aire acondicionado, así lo demuestran las rejillas en la pared; tal vez en el 68, pero ahora sólo un ventilador mueve el aire caliente. Ortiz Hernán y sus agrureses historiográficas se vuelve divertido, aún más Pletcher con alguno que otro de sus pasajes inocentes. La Kuntz y su severidad abruma un poco, pero mejor le saco copias. Quizá los descréidos de Fogel y a Fishlow hubieran sido divertidos, pero me cansé de buscarlos, de seguro no están.
Ya los jardinzotes se volvieron conocidos, ya no me llama tanto la atención las dimensiones de CU, ya se vuelve un tedio aventarse hasta dos horas en el trayecto de regreso. Ya ni siquiera es necesario ponerle un ojo al mapita de las líneas. Conozco prácticamente nada de los Defes, mas mi rutinita produce la seguridad que aletarga los sentidos. Lo que antes me cautivaba con su atracción negativa, ahora ya se convierte en un puro y absoluto tedio. Cargar la pinche laptop es una joda. ¿Internet?, me vale madre. Es una hueva esperar a que se desocupe la mesa en el "Sangron's" para poder conectarla, la descastada batería se descompuso.
¿El asombro? Desapareció en la tediosa seguridad. Me gusta más estar perdido, tener preguntas y no responder ninguna. Pensar en nada y concentrarme en lo más básico, en lo más inmediato; sin embargo, se escapa de entre los dedos irremediablemente en el proceso en que lo otro, lo diferente se va haciendo lo igual.
Cada vez odio más a Lacan.

miércoles, 4 de mayo de 2005

Sin saracof en los reteapretados Defes

I

Zócalo con rumbo a Taxqueña, luego Pino Suárez en dirección a Pantitlán. Los ojos bien abiertos mirando el cartel con el orden de las estaciones —¿está al inverso? Lo corroboro con el plano. —No, están bien, a continuación viene Candelaria y en la próxima me bajo. Por fin, San Lázaro y descenso en la TAPO; caminar por Eduardo Molina dando la cara al norte hasta el panóptico de la antigua Lecumberri. ¿No me robaron? Medio impone todo esto que es tan grande, con tanta gente, tan extraño y desconocido. La aperiencia y la actitud son lo principal. Es necesario ocultar lo "provinciano"...
De regreso, San Lázaro con dirección a Observatorio hasta Balderas —el plano es una maravilla, sin él estaría perdido— trasbordo hacia Universidad y tener paciencia pues el trayecto es largo. De vez en vez corroboro que el celular esté en su lugar —sería mejor echármelo a la bolsa del pantalón—, que la mochila no esté abierta y que la muslera siga conteniendo la cartera. En la bolsa nunca más de cien pesos. Aunque me da pena cuando me tengo que agachar para sacar un billete o mi identificación. No importa, me siento más seguro así. Aquí todo es desconocido y extraño…
La línea tres usualmente viene a reventar. Con suerte un asiento, sin ella más “apreturancias”. No importa el calor, no importa la falta de aire fresco, mi atención está puesta en el orden de las estaciones (como si supiera dónde estoy); no tiene mucho sentido, voy hasta la terminal… Atravieso la mitad de la mancha urbana de norte a sur, pero no veo el sol, sólo este túnel con lámparas blancas y azules que pasan velozmente. ¿Cómo será allá arriba?, ¿de qué monumentos y edificios famosos me estaré perdiendo? En la superficie el flujo es mucho más lento, dicen que no se pasa de primera, pero el aire también es mucho más fresco y se pueden ver árboles.Después de Copilco se ve el sol que encandila, pero los muros de piedra volcánica negra no dejan ver ni las calles. Por fin llego a Universidad y como en todas las estaciones hay un flujo, hay un orden y una dirección. Los que bajan, por la izquierda; lo que suben por la derecha. De lo contrario se va chocando con las personas como quien nada contracorriente. Ya lo voy entendiendo. Subir las escaleras, aquí no hay eléctricas. Vuelta a la derecha. Descender hasta la universidad. Ahora sé que es muy lejos la Biblioteca Central. La ruta uno o la cinco del camión gratuito son las que me llevan. ¿Siguen mis pertenencias en su lugar? Estoy más cómodo con el celular en el cinto. Además ya no hay tanto peligro, aunque todo sigue siendo desconocido y extraño no deja de cautivarme de producirme sensación de atracción negativa y de fascinación.
Jardines, más jardines, árboles, plantas, flores. Los novios aprovechan las sombras, se recuestan en el pastito. Niños que creen estar en el estadio juegan futbol; los tambores con sus ritmos crean un ambiente muy universitario, relajado, “dreadlockeado”. Los caminos asfaltados serpentean conforme lo indican las flechas. Escuela de Veterinaria y Zootecnia. Tesis en ocho horas —háganmela buena—. “Tienda UNAM”. Ahora entiendo por qué aquí se queda más del 60 por ciento del presupuesto para investigación…
Todo aquí es inmenso, tienen una tendencia a la monumentabilidad, a lo mounstruoso. Ciudad Universitaria, no es una exageración, en realidad es una ciudad dentro de la mostra capitalina; no faltan los taxis que cobran cuatro pesitos el viaje, ni tampoco los embotellamientos y el agandaye del “yo voy primis y que se jodan los de atrás”. La escuela de Filosofía es el destino; está después de Arquitectura, según me dicen. La rectoría, es inmensa, famosa por las tomas que pasaban en la tele cuando el paro del CGH. Por fin la caja de zapatos pintada con motivos indígenas y de ciencia se alza entre los árboles.Los puesteros armonizan el ambiente. Led Zeppelin y su Movy Dick combinado con el olor a incienso combinan bien con la onda retro en el vestir. Hasta se respiran los setentas. Pero no es así, los
dvd's, discos de mp3 y de software piratas hacen volver a la realidad posmoderna de principios del siglo XXI.
La señora de las tortas no se da abasto para satisfacer el hambre de sus comensales. Unos chilaquiles con pollo, una torta de milanesa, una hamburguesa… ella mueve rápidamente sus manos en la plancha caliente, y sólo pregunta ¿con papas?
Los alumnos ocupan prácticamente todas las mesas de trabajo, las copias, el elevador, las computadoras para buscar las regencias. No, sin duda la opción son las escaleras. HE es lo que busco, al piso cuatro, que en realidad es el seis. Y la laptop se vuelve pesada ¿por qué no hay paquetería?Se llegan las ocho, el sol nocturno de primavera auyenta un poco la inseguridad. Pero es hora de emprender el regreso. Ahora hacia el norte, dirección Indios Verdes hasta Hidalgo, siempre hacia Taxqueña, nunca hacia Cuatro Caminos; luego zócalo y descenso para sentirme como en “casa”. ¿Todo está en orden?, ¿no me equivoqué de dirección?, ¿no llegó el nuevo dueño de mis pertenencias? Todo estuvo muy bien.
Las piernas resienten los kilos de más; pero la culpa es la laptop. Ella es el peso que se carga para tener la conexión a internet y no volver a capturar los apuntes manuscritos del archivo. Las copias hacen aún más pesado el regreso y me dan ganas de botar la mochila. No importa, ya voy a llegar a descansar en la seguridad del hostal...

lunes, 2 de mayo de 2005

Una tarde en el zócalo de los reteapretados Defes

Una plaza de las dimensiones del zócalo se hace pequeña para contener tantas expresiones. En una esquina, el movimiento de "Antorcha Campesina" no deja de emplear sus chillones altavoces para manifestar sus demandas de manera ignea y estruendosa, como sus rancheras canciones. Consignas contra Fox, contra el Peje, les da igual. En la parte oriente jugadores de ajedrez apoyaban con cooperaciones voluntarias al "movimiento antorchista" que también vende refrescos y frituras para recolectar fondos en las improvisadas lonas que hacen las veces de dormitorio, comedor, oficina, centro de reuniones, periódico... En otro rincón grupos de danzantes enredados en bandas rojas intentan revivir una tradición milenaria empleando sus teponaztles con gran entusiasmo entre nubes de copal, huesos de fraile y bainas secas; la sorda tumbaga de la Santa María invita a misa de siete; en otra parte una señora sentada en un banco con un tablón sobre las piernas le lee las cartas a su clienta. Curanderos ofrecen sus servicios de limpias con huevo y con ramas de pirul, combinadas con campanas tibetanas; los rastas se arremolinan para compartir el churro; los vendedores de chácharas y colguijes, piedras verdes, negras y coloradas con propiedades milagrosas; una mujer oferta tostadas sencillas --frijoles, salsa, queso col o lechuga-- de masa verde. El templete para los conciertos del Festival del Centro Histórico ya estaba completamente listo en la orilla sur con unas enormes bocinas que a todos los rumbos hacían oír la monótona música electrónica. Del extremo norte de la plancha provenía otra repetitiva melodía de metales con fuerte sabor indígena. De todos lados provienen los gritos de "bara, bara; bara, bara", "pásele, pásele"; el chillido agudo del carro de plátanos tatemados también tenía su presencia en aquel espacio. Novios comiéndose las lenguas se olvidan de su rededor y se llenan los cuerpos con manos ardientes. Padres juegan con sus hijos a lanzar pelotas o avioncitos al aire; güeros extrenajeros con su infatable mochila en las espaldas ven asombrados aquel paisaje; los ancianos con sus ojos de paciencia miran a la gente inmóviles como ojos de tornado mantienen la calma; trabajadores con paso presuroso iban y venian de todos lados, cada quien con su destino. La salida del metro vomitaba personas de rato en rato a la ya apretada plaza pública. Asombra, abruma, impone, atemoriza... Mas los pasos se andan, como los de cualquiera, confiriendo sentido a la acción.
Ruido, ruido, estruendoso, nada se entiende, los sentidos se saturan. No sólo el oído, los olores a mota, a sudor, a inscienso, a orines, a baño, a perfume, a plástico quemado, a cigarrillo, a gente se combinan en un caos armónico que impacienta; hormiguero de personas van, vienen, se quedan, comparten, fuman, danzan, se besan, se fajan, juegan, duermen, observan, platican, ríen, cantan... A todos lados hay cosas que captan la atención... nada por muchos minutos al principio, luego poco a poco no toma sentido pero al menos el caos deja de abrumar y se está en medio de la coexistencia reteapretada. La diversidad, la diferencia necesaria, obligatoriamente coexiste en aquella planchota pública. Sí, "mucho ruido y mucha gente", decía La Maldita pero no quería regresarme a Yucatán. Ni tampoco cubrime el sol con un saracof y regalar dulces a los aborígenes; ni tampoco emplear mis subjetivas observaciones para llenar las páginas de un libro en el que explique el sentido de todo aquello: que pobreza, que explosión demográfica, que migración, que cultura...
No, los ojos de turista light y sus clasificaciones facilonas no tienen cabida aquí, porque aunque sean de jade se quiebran. Aquel paisaje social no permite sino decir "es un chingo de gente y lo que sobresale es la diferencia", pero nada más. No hay un concepto que los englobe a todos. Ni siquiera intento dar cuenta exacta de lo que ahí pasa; pues los estereotipos no es el tipo de descripciones que aspiro con estos electrotipos. Yo no soy de esos tipos. Pero sólo tengo palabras y mi subjetividad para compartir mi asombro, y mis deseos de confundirme en la multitud como cualquier otro mientras andaba mis propios pasos.