lunes, 2 de mayo de 2005

Una tarde en el zócalo de los reteapretados Defes

Una plaza de las dimensiones del zócalo se hace pequeña para contener tantas expresiones. En una esquina, el movimiento de "Antorcha Campesina" no deja de emplear sus chillones altavoces para manifestar sus demandas de manera ignea y estruendosa, como sus rancheras canciones. Consignas contra Fox, contra el Peje, les da igual. En la parte oriente jugadores de ajedrez apoyaban con cooperaciones voluntarias al "movimiento antorchista" que también vende refrescos y frituras para recolectar fondos en las improvisadas lonas que hacen las veces de dormitorio, comedor, oficina, centro de reuniones, periódico... En otro rincón grupos de danzantes enredados en bandas rojas intentan revivir una tradición milenaria empleando sus teponaztles con gran entusiasmo entre nubes de copal, huesos de fraile y bainas secas; la sorda tumbaga de la Santa María invita a misa de siete; en otra parte una señora sentada en un banco con un tablón sobre las piernas le lee las cartas a su clienta. Curanderos ofrecen sus servicios de limpias con huevo y con ramas de pirul, combinadas con campanas tibetanas; los rastas se arremolinan para compartir el churro; los vendedores de chácharas y colguijes, piedras verdes, negras y coloradas con propiedades milagrosas; una mujer oferta tostadas sencillas --frijoles, salsa, queso col o lechuga-- de masa verde. El templete para los conciertos del Festival del Centro Histórico ya estaba completamente listo en la orilla sur con unas enormes bocinas que a todos los rumbos hacían oír la monótona música electrónica. Del extremo norte de la plancha provenía otra repetitiva melodía de metales con fuerte sabor indígena. De todos lados provienen los gritos de "bara, bara; bara, bara", "pásele, pásele"; el chillido agudo del carro de plátanos tatemados también tenía su presencia en aquel espacio. Novios comiéndose las lenguas se olvidan de su rededor y se llenan los cuerpos con manos ardientes. Padres juegan con sus hijos a lanzar pelotas o avioncitos al aire; güeros extrenajeros con su infatable mochila en las espaldas ven asombrados aquel paisaje; los ancianos con sus ojos de paciencia miran a la gente inmóviles como ojos de tornado mantienen la calma; trabajadores con paso presuroso iban y venian de todos lados, cada quien con su destino. La salida del metro vomitaba personas de rato en rato a la ya apretada plaza pública. Asombra, abruma, impone, atemoriza... Mas los pasos se andan, como los de cualquiera, confiriendo sentido a la acción.
Ruido, ruido, estruendoso, nada se entiende, los sentidos se saturan. No sólo el oído, los olores a mota, a sudor, a inscienso, a orines, a baño, a perfume, a plástico quemado, a cigarrillo, a gente se combinan en un caos armónico que impacienta; hormiguero de personas van, vienen, se quedan, comparten, fuman, danzan, se besan, se fajan, juegan, duermen, observan, platican, ríen, cantan... A todos lados hay cosas que captan la atención... nada por muchos minutos al principio, luego poco a poco no toma sentido pero al menos el caos deja de abrumar y se está en medio de la coexistencia reteapretada. La diversidad, la diferencia necesaria, obligatoriamente coexiste en aquella planchota pública. Sí, "mucho ruido y mucha gente", decía La Maldita pero no quería regresarme a Yucatán. Ni tampoco cubrime el sol con un saracof y regalar dulces a los aborígenes; ni tampoco emplear mis subjetivas observaciones para llenar las páginas de un libro en el que explique el sentido de todo aquello: que pobreza, que explosión demográfica, que migración, que cultura...
No, los ojos de turista light y sus clasificaciones facilonas no tienen cabida aquí, porque aunque sean de jade se quiebran. Aquel paisaje social no permite sino decir "es un chingo de gente y lo que sobresale es la diferencia", pero nada más. No hay un concepto que los englobe a todos. Ni siquiera intento dar cuenta exacta de lo que ahí pasa; pues los estereotipos no es el tipo de descripciones que aspiro con estos electrotipos. Yo no soy de esos tipos. Pero sólo tengo palabras y mi subjetividad para compartir mi asombro, y mis deseos de confundirme en la multitud como cualquier otro mientras andaba mis propios pasos.

2 comentarios:

libréluna dijo...

"...Años fantasmas, días circulares que dan al mismo patio, al mismo muro, arde el instante y son un solo rostro los sucesivos rostros de la llama, todos los nombres son un solo nombre todos los rostros son un solo rostro, todos los siglos son un solo instante y por todos los siglos de los siglos cierra el paso al futuro un par de ojos, no hay nada frente a mí, sólo un instante rescatado esta noche, contra un sueño de ayuntadas imágenes soñado, duramente esculpido contra el sueño, arrancado a la nada de esta noche, a pulso levantado letra a letra, mientras afuera el tiempo se desboca y golpea las puertas de mi alma el mundo con su horario carnicero, sólo un instante mientras las ciudades,
los nombres, lo sabores, lo vivido, se desmoronan en mi frente ciega, mientras la pesadumbre de la noche mi pensamiento humilla y mi esqueleto, y mi sangre camina más despacio y mis dientes se aflojan y mis ojos se nublan y los días y los años sus horrores vacíos acumulan, mientras el tiempo cierra su abanico
y no hay nada detrás de sus imágenes el instante se abisma y sobrenada rodeado de muerte, amenazado por la noche y su lúgubre bostezo, amenazado por la algarabía de la muerte vivaz y enmascarada el instante se abisma y se penetra, como un puño se cierra, como un fruto que madura hacia dentro de sí mismo y a sí mismo se bebe y se derrama el instante translúcido se cierra
y madura hacia dentro, echa raíces, crece dentro de mí, me ocupa todo, me expulsa su follaje delirante, mis pensamientos sólo son sus pájaros, su mercurio circula por mis venas, árbol mental, frutos sabor de tiempo, oh vida por vivir y ya vivida,
tiempo que vuelve en una marejada
y se retira sin volver el rostro,
lo que pasó no fue pero está siendo y silenciosamente desemboca
en otro instante que se desvanece."
Octavio Paz, Piedra de Sol.

El caos, el ruido, el ser sin nombre, simplemente estar y ser, circular, pasar por ahí, ver, sentir, oler, vivir un ratito de lo que todos somos partícipes desde dentro, desde afuera. Ir con la corriente a sabiendas que vas en contra. Saborear el aire y no gustar de su sabor metálico, disfrutar la vorágine de imágenes, sonidos, olores; para volver siempre a donde no se está mejor, pero al menos sí en mayor calma. Serenidá y fortaleza, mi mostro, gracias por inducirme a blogear un rato.

Ernesto Rodsan dijo...

Mi querida mostra que bueno que te haya inducido. Con las palabras de aquel mounstruo del Paz --porque él no se ganó lo de "mostro"-- me sentí chiquito, chiquito que si bien compartimos los sentimientos, mis palabras insulsas son planas y que bueno que así sean.