miércoles, 4 de mayo de 2005

Sin saracof en los reteapretados Defes

I

Zócalo con rumbo a Taxqueña, luego Pino Suárez en dirección a Pantitlán. Los ojos bien abiertos mirando el cartel con el orden de las estaciones —¿está al inverso? Lo corroboro con el plano. —No, están bien, a continuación viene Candelaria y en la próxima me bajo. Por fin, San Lázaro y descenso en la TAPO; caminar por Eduardo Molina dando la cara al norte hasta el panóptico de la antigua Lecumberri. ¿No me robaron? Medio impone todo esto que es tan grande, con tanta gente, tan extraño y desconocido. La aperiencia y la actitud son lo principal. Es necesario ocultar lo "provinciano"...
De regreso, San Lázaro con dirección a Observatorio hasta Balderas —el plano es una maravilla, sin él estaría perdido— trasbordo hacia Universidad y tener paciencia pues el trayecto es largo. De vez en vez corroboro que el celular esté en su lugar —sería mejor echármelo a la bolsa del pantalón—, que la mochila no esté abierta y que la muslera siga conteniendo la cartera. En la bolsa nunca más de cien pesos. Aunque me da pena cuando me tengo que agachar para sacar un billete o mi identificación. No importa, me siento más seguro así. Aquí todo es desconocido y extraño…
La línea tres usualmente viene a reventar. Con suerte un asiento, sin ella más “apreturancias”. No importa el calor, no importa la falta de aire fresco, mi atención está puesta en el orden de las estaciones (como si supiera dónde estoy); no tiene mucho sentido, voy hasta la terminal… Atravieso la mitad de la mancha urbana de norte a sur, pero no veo el sol, sólo este túnel con lámparas blancas y azules que pasan velozmente. ¿Cómo será allá arriba?, ¿de qué monumentos y edificios famosos me estaré perdiendo? En la superficie el flujo es mucho más lento, dicen que no se pasa de primera, pero el aire también es mucho más fresco y se pueden ver árboles.Después de Copilco se ve el sol que encandila, pero los muros de piedra volcánica negra no dejan ver ni las calles. Por fin llego a Universidad y como en todas las estaciones hay un flujo, hay un orden y una dirección. Los que bajan, por la izquierda; lo que suben por la derecha. De lo contrario se va chocando con las personas como quien nada contracorriente. Ya lo voy entendiendo. Subir las escaleras, aquí no hay eléctricas. Vuelta a la derecha. Descender hasta la universidad. Ahora sé que es muy lejos la Biblioteca Central. La ruta uno o la cinco del camión gratuito son las que me llevan. ¿Siguen mis pertenencias en su lugar? Estoy más cómodo con el celular en el cinto. Además ya no hay tanto peligro, aunque todo sigue siendo desconocido y extraño no deja de cautivarme de producirme sensación de atracción negativa y de fascinación.
Jardines, más jardines, árboles, plantas, flores. Los novios aprovechan las sombras, se recuestan en el pastito. Niños que creen estar en el estadio juegan futbol; los tambores con sus ritmos crean un ambiente muy universitario, relajado, “dreadlockeado”. Los caminos asfaltados serpentean conforme lo indican las flechas. Escuela de Veterinaria y Zootecnia. Tesis en ocho horas —háganmela buena—. “Tienda UNAM”. Ahora entiendo por qué aquí se queda más del 60 por ciento del presupuesto para investigación…
Todo aquí es inmenso, tienen una tendencia a la monumentabilidad, a lo mounstruoso. Ciudad Universitaria, no es una exageración, en realidad es una ciudad dentro de la mostra capitalina; no faltan los taxis que cobran cuatro pesitos el viaje, ni tampoco los embotellamientos y el agandaye del “yo voy primis y que se jodan los de atrás”. La escuela de Filosofía es el destino; está después de Arquitectura, según me dicen. La rectoría, es inmensa, famosa por las tomas que pasaban en la tele cuando el paro del CGH. Por fin la caja de zapatos pintada con motivos indígenas y de ciencia se alza entre los árboles.Los puesteros armonizan el ambiente. Led Zeppelin y su Movy Dick combinado con el olor a incienso combinan bien con la onda retro en el vestir. Hasta se respiran los setentas. Pero no es así, los
dvd's, discos de mp3 y de software piratas hacen volver a la realidad posmoderna de principios del siglo XXI.
La señora de las tortas no se da abasto para satisfacer el hambre de sus comensales. Unos chilaquiles con pollo, una torta de milanesa, una hamburguesa… ella mueve rápidamente sus manos en la plancha caliente, y sólo pregunta ¿con papas?
Los alumnos ocupan prácticamente todas las mesas de trabajo, las copias, el elevador, las computadoras para buscar las regencias. No, sin duda la opción son las escaleras. HE es lo que busco, al piso cuatro, que en realidad es el seis. Y la laptop se vuelve pesada ¿por qué no hay paquetería?Se llegan las ocho, el sol nocturno de primavera auyenta un poco la inseguridad. Pero es hora de emprender el regreso. Ahora hacia el norte, dirección Indios Verdes hasta Hidalgo, siempre hacia Taxqueña, nunca hacia Cuatro Caminos; luego zócalo y descenso para sentirme como en “casa”. ¿Todo está en orden?, ¿no me equivoqué de dirección?, ¿no llegó el nuevo dueño de mis pertenencias? Todo estuvo muy bien.
Las piernas resienten los kilos de más; pero la culpa es la laptop. Ella es el peso que se carga para tener la conexión a internet y no volver a capturar los apuntes manuscritos del archivo. Las copias hacen aún más pesado el regreso y me dan ganas de botar la mochila. No importa, ya voy a llegar a descansar en la seguridad del hostal...

No hay comentarios.: