miércoles, 11 de mayo de 2005

Adicto al miedo

El temor a la condena eterna después de una vida pecaminosa ha mantenido a buena parte de los creyentes judeo-cristianos con el alma en un hilo y debatiéndose en su libre albedrío. Hacer lo que el decálogo dice asegura la redención; aunque el camino del justo es difícil, es humanamente alcanzable. No así pensaban los calvinistas que crearon una concepción aún más fatalista de la predestinación. Se era salvo o no, de acuerdo a un misterioso plan de Dios, en el que el ser humano prácticamente no podía influir en nada. El control que los representantes de la Iglesia alcanzaron fue igual al tamaño del miedo por la condena de los feligreses.
Luego vino la modernidad y con su racionalismo materialista debilitó mucho el terror en el más allá. Con ella se inició toda una serie de descubrimientos; se empezó a seguir aquella máxima de "atrévete a pensar". Los sentidos humanos se convirtieron en el mecanismo para hacer descubrimientos, y el pensamiento racional en la herramienta única para conocer las leyes que gobiernan "la naturaleza". Pero los sentidos del ser humano son limitados debido a la cortina de lluvia gris que impide ver la realidad en su plena brillantez; es decir, por más que se le buscó no percibieron a Dios por ninguna parte. Las dudas se incrementaron y poco a poco fue surgiendo la posibilidad de que las explicaciones ultramundanas con que se había entendido "la realidad" fueran una pura mentira. A partir de ahí ya no fue tan difícil llegar a la "descreídez" más absoluta y la consecuente falta de temor que provocaba la eternidad en los infiernos. Indudablemente fue un gran logro de la modernidad haber debilitado el miedo en el más allá.
Sin embargo, el racionalismo materialista moderno no terminó con el miedo ni con la incertidumbre en sí. Para algunos el más allá dejó de ejercer una fuerza terrorífica, pero como bien se sabe: el miedo ni se crea ni se destruye, sólo se transforma y el ser humano es muy inclinado a sentirlo.
Del miedo que hablo no es aquel que siente una presa al ser perseguida por el depredador. En este ejemplo el miedo es parte de un complejo mecanismo bioquimico de autopreservación de la vida y que termina cuando la amenaza desaparece. Al que me refiero es aquel que está internalizado en la conciencia de cada individuo, cuya existencia se originó socialmente, y se quiere creer en él.
La ciencia en su afán de conocer, explicar y de producir certidumbres ha logrado que ya no se le tema al rayo, porque ha explicado asépticamente qué es. Pero la ciencia también nos ha ayudado a conocer la naturaleza de muchísimas amenazas más que antes pasaban desapercibidas y que se convierten en temores sociales: los desastres ecológicos; el hoyo en la capa de ozono y los consecuentes efectos nocivos de los rayos UV; el calentamiento global producido por las descomunales cantidades de gas carbónico que se arrojan a la atmósfera. Me pregunto: ¿desde cuándo se están tomando medidas en el hoyo de ozono? ¿El calentamiento global es producido sólo por el gas carbónico? También se dice que estamos viviendo un periodo interglaciar ¿no existe la posibilidad de que este calentamiento que vivimos sea parte de un proceso natural de la tierra y que estemos cercanos a otra glaciación? Quisiera pensar que los datos que arrojan los científicos tienen como finalidad alertarnos de un problema y que la finalidad es crear una conciencia ecológica que nos lleve a corregir los errores que cometemos. Porque, claro el coche contamina, y se produce basura por menos que se quiera. Las ciudades son grandes concentraciones humanas que incuestionablemente producen muchísima concentración, pero ¿por qué los mensajes ecologistas que se transmiten en la tele echan la bolita a los ciudadanos comunes y corrientes? ¿No son las grandes compañías transnacionales de hidrocarburos, las plantas atómicas tipo la del señor Burns, las industrias químicas y muchas otras más la principales contaminantes del planeta? ¿Por qué se trata de atemorizar y de culpar solo a los ciudadanos comunes y corrientes como tu o como yo de la catástrofe ecológica?
Lo que sí no puedo entender claramente es cuál es la finalidad de hacer tanto énfasis en que un desgraciado “asteroide del tamaño de Montana” puede destruir la vida como la conocemos (e incluso hay evidencias científicas que eso ha ocurrido en el pasado —pregúntenles a los dinosaurios—); o que existe la posibilidad de que se produzca un tsunami de dimensiones titánicas que pueda arrasar con la vida de cientos de miles de personas. Sí, no niego que existan todas esas posibilidades y que la vida en la tierra está llena de peligros e incertidumbres.
Luego, la televisión se encarga de difundir un montón de miedos: asaltaron, mataron, violaron, a “X”. Eso observamos en la tranquilidad y seguridad de la casa, sin ningún problema; pero la bronca es al salir a la calle donde la desconfianza y el miedo Al Otro reina. Se quitan los cerrojos de las cinco chapas, se pone la alarma de la casa, se desactiva la del carro, se remueve el bastón del carro; se verifica que el “amansalocos” esté debajo del asiento y se emprende “tranquila y seguramente” el camino a la chamba.
A lo largo del día, cientos de pensamientos envueltos en miedo nos asaltan: el cigarro, el VIH, la inseguridad pública, los violadores, los psicópatas que asesinan sin motivo, la aceptación social, los alimentos contaminados: la salmonera, tifoidea y no se cuántas enfermedades más hay por ahí esperando alojarse en algún organismo sano. El aire está contaminado. Las cartas pueden tener Ántrax, en el camión uno puede contagiarse de no sé qué enfermedad nueva producida por virus mutantes; en los edificios no se está seguro, por ahí puede andar un terrorista de Al Qaeda tratando de estrellar un avión de American Airlines contra el edificio del trabajo; Al comer, al caminar, al querer, al fumar, al tomar, al coger, todo está lleno de peligros.
Para mitigarlo tan sólo un poco nos armamos de amuletos y sortilegios mágicos acordes a los tiempos postmodernos que vivimos. Alarmas, medicamentos, alimentos orgánicos, aparatos para hacer ejercicio, candados, cerraduras, cadenas, bastones, seguros, condones… ¿Quién necesita a un sacerdotemagochamán? Ahora tenemos la televisión para informarnos de las amenazas, incertidumbres y peligros que a cada momento de nuestras vidas nos acechan, así como al mercado que con gusto satisface nuestras necesidades de productos que nos crean la falsa ilusión de seguridad.
Ah… por cierto, al abrir esta página has sido infectado por un virus que formateará tu disco duro y toda tu preciada información será borrada… Muajajaja, muajajajaja…

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Quién necesita a un sacerdotemagochamán? ........
Mis pacientes.....jejejee.

Estoy de acuerdo contigo, el exceso de información infesta nuestra amígdala ceebral de alertas y vivimos apanicados permanentemente. Imagino, sin embargo al """hombre primitivo""" con las alertas a "todo lo que dan" cuidándose de dia y de noche de los depredadores.

Por cierto, uso una Mac, así que NO me infectaste de virus,... pero prepárate, juaj jua...

Un abrazo!

PD: La información de la realidad, vivida sin palabras, desde lo ICóNICO es función del hemisferio derecho del cerebro. Como éste está continuamente comunicándose con el izquiero, se convierte en palabra luego luego. Al menos eso dicen las investigaciones.

Te puse en mis links para seguirte leyendo.