— Why did you have to die?
— Makes life important
SFU
— Makes life important
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Tener comienzos y finales parece que me acomoda. Voy por la vida marcando ciclos. Inicios y finales. ¿A qué se deberá tan curiosa inclinación? Estos cortes cronológicos a veces los baso sobre sesudas reflexiones racionales; aunque no necesariamente. También han sido meramente el resultado de un capricho plenamente subjetivo e irracional. Las religiones me brindan un inicio al que previo a él no había nada (la idea es divertida, ¿a poco no te lo parece?). Esa idea cumple una función importantísima: me soluciona las cosas —aunque también el efecto puede ser el contrario, right mister Sagan and mister Hopkings?—; con ella ya no tengo qué pensar de dónde vengo. Con ella parto de una premisa segura: “Vengo de tal lado”. Eso es de lo mejor. Cualquier mito de origen da ese referente primigenio. Ya sea el Génesis o al maridaje entre Brahma, que se divide en todos los seres vivos para experimentarse, y Shiva, que todo lo va destruyendo; o el bonito mito del Omeyocan (cuya traducción literal es el lugar de la dualidad o el lugar doble), de donde todo proviene gracias a las riñas y reconciliaciones del Señor Dual y la Señora Dual, que en buen náhuatl sus nombres son Ometecuhtli y Omecihuatl, respectivamente, o cualquier otro mito de origen, que aquí pa’l caso es igual.
La cosa es que ese referente primigenio me da argumentos de plantarme en el presente y lanzarme hacia mi visión de futuro. El referente, el corte, el ciclo, me ayuda, porque previo a él no cuenta. Una frescura de renovación en medio de la resequedad y los vientos ardientes de mayo.
Periodos arbitrarios, fines e inicios que sólo existen en la cabeza de quien los piensa. Necesito de cortes temporales, de ciclos para dotarlos de significado, como a todo en esta existencia. Un inicio: de año, de mes, de semana; periodos, ciclos… motivos, razones, justificaciones, acciones, promesas, buenas voluntades. Pero también, esa buena voluntad, implica también un final. Una orilla después de un océano turbio, gris y oscuro. Todo uno implica previo un cero, todo inicio implica tambíén un final; un nuevo renacer es una posibilidad, algo desconocido que puede ser tan o igual de nefasto que lo conocido, pero también lo contrario. Una posibilidad de ver la luz.
¿Será el efecto que nos produce el amanecer? Esa diaria promesa de que cualquier cosa puede volver a empezar y que cualquier cosa termina. Abundan aquí en la tierra los inicios —y los finales— de los ciclos. Un día, una noche, un día. Decir que el sol sale cada mañana, en realidad es una afirmación falsa desde el punto de vista astronómico, pero ¿a quién le importa? Para construir la realidad no hacen falta verdades objetivas (como si en realidad existieran), las falsedades son igual de eficientes en cuanto a sustento de creencias. Dijo Weber que con la modernidad se desencantó al mundo, pero esa afirmación es igual de falsa a la de que el sol sale cada mañana. No ha habido ningún desencantamiento, e incluso, ahora, la ciencia produce axiomas en los que hay que creer ciegamente.
En medio de esa luz enceguecedora, o de esa penumbra tan esclarecedora es delicioso creer que todo puede volver a comenzar.
Periodos arbitrarios, fines e inicios que sólo existen en la cabeza de quien los piensa. Necesito de cortes temporales, de ciclos para dotarlos de significado, como a todo en esta existencia. Un inicio: de año, de mes, de semana; periodos, ciclos… motivos, razones, justificaciones, acciones, promesas, buenas voluntades. Pero también, esa buena voluntad, implica también un final. Una orilla después de un océano turbio, gris y oscuro. Todo uno implica previo un cero, todo inicio implica tambíén un final; un nuevo renacer es una posibilidad, algo desconocido que puede ser tan o igual de nefasto que lo conocido, pero también lo contrario. Una posibilidad de ver la luz.
¿Será el efecto que nos produce el amanecer? Esa diaria promesa de que cualquier cosa puede volver a empezar y que cualquier cosa termina. Abundan aquí en la tierra los inicios —y los finales— de los ciclos. Un día, una noche, un día. Decir que el sol sale cada mañana, en realidad es una afirmación falsa desde el punto de vista astronómico, pero ¿a quién le importa? Para construir la realidad no hacen falta verdades objetivas (como si en realidad existieran), las falsedades son igual de eficientes en cuanto a sustento de creencias. Dijo Weber que con la modernidad se desencantó al mundo, pero esa afirmación es igual de falsa a la de que el sol sale cada mañana. No ha habido ningún desencantamiento, e incluso, ahora, la ciencia produce axiomas en los que hay que creer ciegamente.
En medio de esa luz enceguecedora, o de esa penumbra tan esclarecedora es delicioso creer que todo puede volver a comenzar.