viernes, 26 de enero de 2007

Finalizó diciembre

— Why did you have to die?
— Makes life important
SFU


Tener comienzos y finales parece que me acomoda. Voy por la vida marcando ciclos. Inicios y finales. ¿A qué se deberá tan curiosa inclinación? Estos cortes cronológicos a veces los baso sobre sesudas reflexiones racionales; aunque no necesariamente. También han sido meramente el resultado de un capricho plenamente subjetivo e irracional. Las religiones me brindan un inicio al que previo a él no había nada (la idea es divertida, ¿a poco no te lo parece?). Esa idea cumple una función importantísima: me soluciona las cosas —aunque también el efecto puede ser el contrario, right mister Sagan and mister Hopkings?—; con ella ya no tengo qué pensar de dónde vengo. Con ella parto de una premisa segura: “Vengo de tal lado”. Eso es de lo mejor. Cualquier mito de origen da ese referente primigenio. Ya sea el Génesis o al maridaje entre Brahma, que se divide en todos los seres vivos para experimentarse, y Shiva, que todo lo va destruyendo; o el bonito mito del Omeyocan (cuya traducción literal es el lugar de la dualidad o el lugar doble), de donde todo proviene gracias a las riñas y reconciliaciones del Señor Dual y la Señora Dual, que en buen náhuatl sus nombres son Ometecuhtli y Omecihuatl, respectivamente, o cualquier otro mito de origen, que aquí pa’l caso es igual.
La cosa es que ese referente primigenio me da argumentos de plantarme en el presente y lanzarme hacia mi visión de futuro. El referente, el corte, el ciclo, me ayuda, porque previo a él no cuenta. Una frescura de renovación en medio de la resequedad y los vientos ardientes de mayo.
Periodos arbitrarios, fines e inicios que sólo existen en la cabeza de quien los piensa. Necesito de cortes temporales, de ciclos para dotarlos de significado, como a todo en esta existencia. Un inicio: de año, de mes, de semana; periodos, ciclos… motivos, razones, justificaciones, acciones, promesas, buenas voluntades. Pero también, esa buena voluntad, implica también un final. Una orilla después de un océano turbio, gris y oscuro. Todo uno implica previo un cero, todo inicio implica tambíén un final; un nuevo renacer es una posibilidad, algo desconocido que puede ser tan o igual de nefasto que lo conocido, pero también lo contrario. Una posibilidad de ver la luz.
¿Será el efecto que nos produce el amanecer? Esa diaria promesa de que cualquier cosa puede volver a empezar y que cualquier cosa termina. Abundan aquí en la tierra los inicios —y los finales— de los ciclos. Un día, una noche, un día. Decir que el sol sale cada mañana, en realidad es una afirmación falsa desde el punto de vista astronómico, pero ¿a quién le importa? Para construir la realidad no hacen falta verdades objetivas (como si en realidad existieran), las falsedades son igual de eficientes en cuanto a sustento de creencias. Dijo Weber que con la modernidad se desencantó al mundo, pero esa afirmación es igual de falsa a la de que el sol sale cada mañana. No ha habido ningún desencantamiento, e incluso, ahora, la ciencia produce axiomas en los que hay que creer ciegamente.
En medio de esa luz enceguecedora, o de esa penumbra tan esclarecedora es delicioso creer que todo puede volver a comenzar.

lunes, 8 de enero de 2007

Canto al Ángel

No fui yo quien decidió, sino fuiste tu quien me eligió para estar cerca de mi, al pendiente durante este recio camino que quise recorrer. ¿Qué te movió a tomar tal laudo? ¿Qué hice para merecer tan gran favor? ¿Sería la dama gentil que intercedió por mí? No lo sé. Tal vez fue mi expresa petición premundana. Sea como fuere me postro ante tu magnánima bondad y generosidad. Pues muy probablemente sin recordar, siquiera, mi rostro y apenas sabiendo mi nombre y unas cuantas palabras me has derramado ya tu ancho raudal de elocuencia.
En mi mundanal conciencia me interrogo ¿qué es lo que obtendrás por esta nobilísima labor, si nada recibes de mí, ni de mis otros? ¿Es acaso esta franca sonrisa? ¿Es quizá este entrañable abrazo? ¿Por esta caricia en tu rostro? O ¿será sólo por el beso amoroso que recibe tu mejilla? No es desdeñable, en cambio sí es loable tus desinteresadas expresiones de amor.
Tus pasos son distintos, tus huellas marcan la diferencia. Un puño de tierra lanzada por ti detiene la ira del perro trifásico y las aguas del río Leteo no producen olvido, sino el recuerdo prolongado de la existencia que se extiende más allá de la vida.
No hará falta Beatriz para cruzar la puerta custodiada por Pedro y no habrá el giro de Virgilio, quien por haber nacido antes del ritual para perdonar el pecado original, no puede conocer la gloria, pues tu de ella vienes y a ella me acompañas.
La dicha llena mi corazón, por contar con tan amable compañía. No quiero pedirte sino agradecerte por tu luz. No quiero pedirte sino ofrecerte mi pasión. No quiero pedirte sino invitarte a danzar alrededor de la hoguera mientras te canto mis alegrías y mis tristezas que me presenta esta la vida.