sábado, 25 de marzo de 2006

Un penny para Guy

Remember, Remember the Fifth of November
The Gunpowder Treason and Plot
I know of no reason why the Gunpowder Treason
Should ever be forgot

Creer ser libres sin realmente serlo. Vivir en la deliciosa apariencia de hacer lo que se quiere cuando no se es sino una batería que alimenta la maquinaria. La explosión del parlamento o de la Casa Blanca, las Twin Towers y el resquebrajamiento del poder. La utopía. The Empire y la abstracta masa que resurge para reclamar lo que originalmente fue, es y ha sido suyo desde siempre. La masa, ¿qué cosa fuera..? Todos con el pasamontañas de Marcos, porque todos somos Marcos. O la máscara de Guy Fawkes, pues también todos somos Guy.
George Orwell con su 1984, Aldous Huxley con Un mundo feliz; también Goerge Lucas con su THX e incluso The Wall de Pink Floyd. El tema ha sido recurrente. Ahora se remota en V for Vendetta, la película más reciente de los hermanos Wachowski, basándose en el comic homónimo de principios de los ochentas de Alan Moore (guión) y David Lloyd (dibujos).
Por sobre todo, V for Vendetta es una película valiente. Recuerda y pone a discusión —en este tiempo de atentados terroristas, de revisiones exhaustivas en los aeropuertos y de los prejuicios raciales— el tema de la conspiración del 5 de noviembre de 1605 para hacer explotar al parlamento inglés y asesinar al anticatólico rey Jaime I, en la que participó Guy Fawkes. ¿Terrorismo? Todo depende de quién lo esté definiendo. ¿Heroísmo?, depende de la trinchera desde la que se esté para calificarlo. Todo es relativo. Los hechos en sí mismos carecen de significado. Es el sujeto quien les atribuye significados y sentidos a los hechos.
Para mantener el control no requerimos de panópticos, ni de cámaras voladoras que todo lo ven, tipo Aeon Flux, ni del ojo omnisciente orwelliano del Big Brother. No es verdad que el límite entre la vida pública y la privada se haya desdibujado; el asunto reside en la conciencia. El núcleo de este problema es la internalización subjetiva del estado. El autocontrol y la autorrepresión emergen desde la conciencia que dicta las conductas políticas, sexuales, sociales, privadas… no de un poder represivo externo. No hay un poder que todo lo controle, no hay una conciencia omnisciente que esté manejando los hilos. El poder sólo reside en el ojo de quien lo observa y en el pensamiento de quien lo resiente. Ese es el centro desde el que surge la ensoñación de esta dulce “libertad”. Ese es El Logro de la modernidad. “No es la gente quien debe temer del gobierno, es el gobierno quien debe temer a la gente”; por eso se requieren de explosiones simbólicas que remuevan las estructuras mismas del pensamiento.
Guy no pudo encender la mecha para iniciar la explosión. Terminó colgado en la plaza frente a una audiencia enardecida. Pero las ideas son a pruebas de balas. Símbolos massmediáticos que algunos temen. “Pueden creer que los Wachowski están incitando a la rebelión”; es más rebelde aún The Matrix, aunque es más abstracta. Después de todo, es sólo ficción.

2 comentarios:

Itzxochitl dijo...

Claro, el anonimato como parte de la conciencia, o la conciencia como parte del anonimato.
Despues de ver V, salì con un sabor de V..... y aùn asi recuerdo lo que he sentido cuando he escuchado al comanandante Zero, cuando la Matrix me hizo volar.... tal vez como tu lo dices simplemente FICCION....en un corazòn que sueña con la Libertad...

Igor dijo...

¿Así o más preciso? Excelentes sus reflexiones, mi estimado. Las comparto plenamente. La aceptación de la ilusión de la libertad es la expresión de que la ideología sigue siendo un término actual. Mejor aún, la aceptación de que las cosas están del nabo es la ideología puesta a funcionar del modo más perverso que puede haber. Por supuesto que los Guachosqui no incitan a la revolución, sino que legitiman el sistema. Hay una relación estructural estrictamente homóloga entre la aparente actitud subversiva del perverso (que con su actuar socava la autoridad del Amo) y los filmes que refieres. Sin embargo, el resultado paradójico del actuar perverso no es otro que sostener los discursos públicos que reifican un orden establecido. En este preciso sentido, la histeria viene a ser una actitud radicalmente subversiva: el perverso hace pública su protesta al actuar la prohibición, y por ende la legitima; sabe, pues. Mientras tanto, el histérico duda todo, incluso si lo que está haciendo es lo correcto, aún en el momento en que lo hace. El saber legitima. La duda socava. Por eso, el camino de la ortodoxia es el más duro, el verdaderamente subversivo (por eso los morros apáticos son verdaderamente quienes construyen el régimen democrático, jeje). ¿Pero será esto cierto? Sí. No. Sí. No... (ad nauseaum)