domingo, 7 de agosto de 2005

La rebelión de los gordos, cuarta entrega

-- ¿Cómo te fue Alejandrito?— Te pregunta doña Pachita quien te esperaba barriendo las escaleras.
--Bien, doña Pachita, bien. Antes de que me diga nada, hoy conocí a una mujer que olía muy rico y le invité un pastel y un café.
--Ey... quién lo viera, ¡que bueno muchacho! Ya ves...
--No, doña, pero pos nomás le invité un café.
--Pos así se empieza Alejandrito, así se empieza. Poco a poco.
--Quién sabe y no me la vuelva a encontrar. Además no me gustó...
--Mmm mi’jo todavía la pides con chongo... No te pongas delicado.
--No... Digo, me llamó la atención porque olía rico nada más. Pero lo más probable es que no la vuelva a ver. No sé ni cómo se llama...
--¿Luego? ¿No le preguntaste su nombre?
--No. Sólo le invité un café.
--!Ay Alejandrito!
Ya ni de Carmen te acordabas. Fue como un exabrupto lo que hiciste, un impulso que salió de tus entrañas libremente, sin que lo cuestionaras o pensaras en él siquiera. Una acción que incluso a ti mismo te sorprendió. ¡Que atrevido! ¿Cómo pude hacerlo?” Te preguntabas y no sabías cómo sentirte si avergonzado porque no había querido charlar contigo o si triunfal porque habías actuado de manera inédita en tu vida... No tenías a nadie a quién contarle el incidente, más que a tu mamá. Pero no lo hiciste. Preferiste extrañamente quedarte en silencio con la casa a obscuras. Ni siquiera encendiste la televisión para que te hiciera compañía.
Tus pensamientos fueron perturbados por el timbre del teléfono cuyo sonido fue como el de una pequeña campana vieja y empolvada que ya olvidó como sonar. Te molestaste porque creías que eran otra vez los de la compañía de gas pidiendo información sobre el paradero de Antonio Olivares... “otra vez estos enfadosos” pensaste y con coraje levantaste el auricular.
--Bueno.
--Sí, ¿Alejandro..?
--Sí.
--Ah, qué bueno que te encuentro. ¿Cómo has estado? Habla Roberto...
--¿Roberto? ¿Qué Roberto? Perdón...
--Roberto, hombre, el de la Arboleda...
--Perdón, pero no recuerdo ningún Roberto...
--Sí, hombre Roberto, el Viejo. Éramos amigos en la infancia. Fui con tu mamá buscándote y me dio este número...
--¿Roberto el Viejo? Hombre, que sorpresa... ¿Cómo has estado?
--Pues bien. Parecía que nunca te ibas a acordar de mí... ¿tú cómo has estado?
--Bien, gracias, tranquilo...
--Ah mira que bueno. Oye, te llamo rápido para informarte que acaba de llegar el Güero de Estados Unidos y tiene ganas de que nos reunamos.
--¿El Güero Humberto? ¿Estaba en Estados Unidos?
--Sí... Ya platicaremos y te informaremos de todo. Te llamo en la semana para confirmar la cita ¿no? Pero no vayas a hacer compromiso. Yo pienso que será como el viernes o el sábado. Pero te confirmo...
--Órale, me llamas...
--Sale pues, mi Alejandro. Te llamo...
--O.K. bye.
Sin duda, este día fue de sorpresas. Le invitas a una mujer un pastel y un amigo a quien tienes fácilmente más de diez años sin ver, te llama para que se reúnan.
Ariadna en el camino a su casa se encontró a la Paloma. O mejor dicho él se la encontró a ella. Salió de la tienda de las nalgonas y le gritó:
--Hola Ari. ¿Pastelito en lunes?
--Hola, Paloma. Pues sí. Uno de doble chocolate con un moka. ¿Gustas?
--Ay no, no puedo comer chocolate, me lo tiene prohibido la homeópata. Me imagino que tuviste mal día... mujer. ¿Y la dieta? Debes de tener más fuerza de voluntad.
--Pues sí, Palomita ¿qué quieres que te diga?
--A mí nada niña, pero debes cuidarte Ari, debes cuidarte. Fui a comprar condones. Al rato viene Rubén...
--¿Rubén, en lunes? Ay Paloma...
--Anda picocaído el pobrecito. Está deprimido. Ha tenido algunos problemas en el trabajo. Tengo que consolarlo...
--Pues qué bueno por ti Paloma.
--¿Y tú, mi niña? ¿Para cuándo? Dale vuelo a la hilacha. Que este cuerpo se nos acaba Ari. De que se lo coman los gusanos...
--Pues no ha llegado mi príncipe azul. Lo estoy esperando.
--Ay mi’ja eso no existe. Ya despiértate de tus ensoñaciones de adolescente pendeja. Uno, a estas alturas, ya no está para eso. Al cuerpo hay que darle lo que necesita. Y como cualquier cosa necesita de mantenimiento, de que unas manos maestras le hagan sentir a uno lo que es rico.
--A lo mejor tienes razón Paloma, pero me estoy esperando.
Llegaron al descanso de las escaleras del tercer piso y se escuchaba “Lo que no fue no será” de José José de la casa de la Paloma.
--¿Y eso Paloma? Ahora no andas despechada...
--No, pero José José es para cualquier ocasión. Pero ahorita cambio el disquito. Bueno chiquita, échale ganas o sea ya coge, pero cuídate ¿eh?
--A lo mejor te hago caso Paloma. ¿Quién sabe..? Buenas noches.
--Buenas noches mi’ja chula.
Extrañamente Ariadna no se sentía cansada y las palabras de la Paloma no la deprimieron como otras ocasiones. Entró a su casa y vio tranquilamente Los Sánchez, deleitándose con su pastel. El moka ya frío lo metió al horno de microondas. Se sentó y trató de no pensar en nada. El atrevimiento de aceptarle al extraño el pastel y la bebida no era el comportamiento adecuado de “una señorita decente” y si se ponía a pensar en ello sentiría el peso de su madre internalizada con su crítica perpetua. Terminó el novela y quiso escribir lo ocurrido en la vida de Claudia y Pablo. El incidente con el extraño era mejor no mencionarlo. Describió con lujo de detalles la información que Jaime le proporcionó de la nueva pareja en la empresa. Aunque no escribió que le preguntó a su informante que si Pablo era parte del club de los corazones podridos. “No, fíjate. De él casi no sé nada. Es muy reservado”. Pero sobre su malestar ni una sola palabra. Extrañamente, en la parte superior de la hoja rosita puso la palabra “Café” con una letra cuidada. No se permitió si quiera escribir unas palabras de lo ocurrido. Era algo muy raro y no dejaba de sentir culpa. Por eso mejor decidió retomar El Zahir de Coelho. Planamente convencida por su novelista preferido creyó que el destino se encargaba de su vida. Se imaginó como una hoja de un árbol movida por el viento, que esperaba caer el piso en el lugar exacto que el destino ya le tenía reservado.
Alejandro nuevamente estás reconstruyendo mentalmente el día. Pero el incidente con Carmen no le diste mucha importancia; sí lo pensaste por un momento, pero extrañamente le diste más atención a tu “atrevimiento” —como calificaste a lo que hiciste en la cafería. Nuevamente sentiste la misma vergüenza como cuando la mujer de aroma magnetizante no aceptó quedarse a charlar. Argumentó que tenía un asunto que atender y que no podía permanecer más tiempo. Fue ahí cuando tu “atrevimiento” te caló. “¿Cómo pude hacerlo?” te sigues preguntando; pero en realidad lo que en el fondo sientes es como si hubieras escalado el Everest; aunque si la acción te la hubieras propuesto estás seguro de que no la hubieras logrado.
Ella salió de la cafetería y sonriendo te dijo gracias. Tu también saliste y te sentaste en las sombrillas junto al estacionamiento que da a Ávila Camacho. La seguiste con la mirada y viste como se contoneaba aquel inmenso trasero, envuelto en una apretada falda café, mientras cruzaba la avenida. Diste un pequeño sorbo al capuchino y cortaste delicadamente la punta de la rebanada, la comiste y volviste a alzar la mirada. La mujer abordó el minibús 641 con dirección a Tabachines. Quisiste imaginar dónde podría vivir de acuerdo a su vestimenta, pero el efecto de pensar en aquella mujer perdió su influencia momentáneamente. Ibas a carcomerte las tripas por Carmen y de ella no te habías acordado desde que el Samsara te cautivó. “Olía muy rico la gordita”. Dijiste y volviste a reconstruir la escena con Ana María...

6 comentarios:

libréluna dijo...

Excelente, mi mostro, neta, ora sí se lograron dividir las voces y los tiempos. Lo único es la onda de la puntuación, hay que cuidarla un poco más, pero neta está requetebien la entrega de esta semana. Me encantaron los remordimientos, esos que nos carcomen cuando nos creemos la historia de que un pastel nos esclavizará en el reino de los gordos para toda la eternidad.
Un abrazo y muchas gracias por la entrega de la semana.

Anónimo dijo...

Ay va la novelita, no?
Paso a paso creciendo y reporduciéndose.
Felicidades :)

Anónimo dijo...

Un saludo y un cálido abrazo, querido Yohualli :)

Anónimo dijo...

Brillante texto de literatura alucinada.
Es para una novela corta. Agregale mas picante y grasa in crecendo Y es de madre.

Los Mex tienen un espiritu que se cuela en todolo que hacen,

Saludos desde Buenos Aires y Aguanten los gordos.

Anónimo dijo...

YOHUALLI:

Tenes alma de escritor, la historia de la rebelion de los gordos esta muy vinculada al lo que en Argentina se llama realismo delirante . Termina 250 paginas y mandalo a concurso literartio, para mi ese y los demas escritos que lei en tu pagina tiene muy buen nivel.

Un abrazo y hasta las 250 paginas Siempre !



LORD CHESELIN

http://lordcheselin.blogspot.com/

infiernosatan@yahoo.com.ar

Anónimo dijo...

YOHUALLI:

Tenes alma de escritor, la historia de la rebelion de los gordos esta muy vinculada al lo que en Argentina se llama realismo delirante . Termina 250 paginas y mandalo a concurso literartio, para mi ese y los demas escritos que lei en tu pagina tiene muy buen nivel.

Un abrazo y hasta las 250 paginas Siempre !



LORD CHESELIN

http://lordcheselin.blogspot.com/

infiernosatan@yahoo.com.ar