domingo, 2 de octubre de 2005

DCD en México

... y Apolo y Dionicio se hicieron una gota



Siempre que escucho a Dead Can Dance no dejo de relacionar su música con el rollo de Nietzsche. El Güero me ha criticado porque cree que le daría un infarto al bigotón que intento asesinar a dios y a la metafísica, pues si algo resalta DCD es precisamente lo que no está aquí en términos materiales, la intuición y lo oculto. Quizá tenga razón el quesero, aún así al escuchar los sonidos de DCD vuelvo a recordar las imágenes del Zaratustra, o el inicio del Nacimiento de la Tragedia...
Lisa Gerrard vestida completamente de amarillo; Brendan Perry más panzón y pelón a rapa, con camisa tinta y pantalón de mezclilla. El escenario pobre, percusiones muchas, tres guitarras y un bajo, todos acústicos, al igual que el dodecacordio, una caja de sonidos, un sintetizador, seis músicos. Ni cortinitas, ni más iluminación que la del Auditorio Nacional. Un par de pantallas colgadas a los lados y más nada.
Puntuales, no hicieron esperar, los primeros acordes de “Nierika” convirtieron en tsunami la ola de aplausos que estalló cuando Lisa y Brendan tomaron sus lugares e hicieron lo suyo. Spiritchaser fue su último disco y en él son claras las evocaciones al mundo chamánico de Carlos Castaneda y a la música de Jorge Reyes.
Lisa con sus palabras sin significado racional retumbaban con fuerza en el corazón. Sus ojos cerrados, mirando el abismo al que invitaba, siempre con su cara cargada a su derecha, inmóvil; sólo vibraba su voz y con ella nos apabullaba; incluso los cuerpos se inclinaban ante aquel peso de tristeza, de compasión, de dolor, de la desolación que ella transmitía. Con canciones como “Compassion”, “Sanvean” o “The Wind That Shakes The Barely” comulgábamos en los océanos profundos y oscuros de Lisa.
Los aplausos rompían el silencio que producía el fin de la pieza, ella aprovechaba para pedir agua o café y luego beberlos; mientras que Brendan aligeraba un poco el ambiente con los acordes de su dodecacordio, con piezas como “American Dreaming”, “Rakim” o “Yulunga” pero nuevamente venía la ondulación; no hubo valles, o fueron muy pequeños, eran cuestas que bajaban hasta que empezaban a subir, para después descender nuevamente.
“Saltarello”, que desde luego agradecí profundamente, en una versión muy corta y sin flautas, fue el inicio del repertorio conocido. De canciones de discos como Aion, en el que las voces de la Europa medieval y del renacimiento reconocen que “la muerte sabe bailar”, Into the Labyrinth, que nos recuerda a la tradición clásica mediante Ariadna que ayuda Perseo a escapar del laberinto y del minotauro; o Serpent’s Egg que explora la influencia de la África negra y del mundo musulmán, pero ante todo turco. Mas Brendan se está encontrando ahora con el folk celta de su querida y desarmada Irlanda, cuya expresión y sentimiento emplea para ponerse tiranetas y criticar el mundo actual que quiere perder el corazón por su empecinamiento de alcanzar el American Dream.
Muy pocas improvisaciones de Lisa, una que otra de Brendan, quien al final de varias piezas decía su “Gracias” intentando ocultar el acento británico.
Sin duda largo y profundo fue el viaje que nos ofreció esta alma dividida en dos pero unida en su dialéctica dionisiaca-apolínea, que deja de ser rígida, inmóvil y gira: la irracionalidad pierde sus fronteras con la racionalidad, dejan de ser bloques divididos, terminados, cuadrados y se hacen una gota que adoptar la forma de lo que es y no deja de reconocer que se trata ante todo del “Enigma of the Absolute”. ¿Será por eso que Lisa canta sin palabras? Un intento de alcanzar la crudeza esencial humana que lucha por sobrepasar los limitantes culturales de las visiones del mundo. Por un momento él dejó de ser irlandés y ella australiana y yo mexicano y nos alzamos o descendimos, como se quiera ver, a lo simplemente humano. What ever...
Tuve la fortuna de presenciar el resurgimiento, después de once años que no hacían giras y de 5 que habían declarado su desintegración en aquella fatídica sesión de grabación del disco que no fue. Dead Can Dance el jueves otoñal 29 de septiembre de aquella semana extrañísima que pasé en los “Defes”.

1 comentario:

libréluna dijo...

Mostro de mi alma!, qué alegría leerte nuevamente, saber que realizaste lo impensable o, mejor dicho, lo que hasta hace algunos meses habíamos creído como poco probable. Te leo y sonriso y me transporto hasta ese auditorio nacional, hasta esos silencios, hasta esa visión amarilla con voces que nos llegan desde lejos o de tan cerca que como bien mencionas, rompe todas las fronteras... Qué bien, Mostro, qué bien que hayas tenido la fortuna de estar ahí, de encontrarte con ellos y contigo, de vivir una semana extrañísima u ordinarísima, es lo mismo, siempre es lo mismo en los reteapretados DeEFES