lunes, 10 de octubre de 2005

El Alabado

Tu pesado sueño esta ocasión falló. “Pos yo me acuesto a dormir, no a ver qué pasa durante la noche”, pero no fue así. No porque tuvieras penas, rencores o porque tus secretos te martillaran con el silencio del mundo, simplemente el sueño no quiere llegar. Evocas el viaje frustrado a los Guachimontones de Teuchitlán e incluso sonríes con las imágenes del juego que inventaste con los niños para salvar medianamente de la apatía aquella tarde; pero con estos llegaron otros que no deseabas: el Espinazo del Diablo emerge imponente con una luna ensangrentada y la caída hacia el barullo de los píes ampollados y los fervores con pus y sudor de inmolación; la laguna negra de noche sin luz y sin estrellas compartiendo el silencio que empolva y esclerotiza los corazones; ella llorando te pide perdxón con un abrazo vacío...
Los cigarros y el café se agotaron con aquellos amoratados recuerdos. De seguro dejaste de luchar para encontrar la mejor posición y los pensamientos se hicieron nubes con viaje descontrolado, pero sin tu atención.
Sientes que no ha pasado mucho tiempo, pero tu playera húmeda y el sudor en tu cuello, delatan al menos una hora. No es el sonido de las campanas lo que te despierta, sino las voces chillonas de ancianas que entonan “El Alabado” para encaminar las almas pecaminosas al cielo. En casa de Luisa tienen a la virgen... No quieres darle importancia. Ya muchas veces has escuchado las campanadas y “Las mañanitas” en la madrugada. “Lo bueno es que no traen cohetes”.
Pero hay algo que no es normal, las campanas son roncas y rodean el tiempo haciendo vibrar el espacio; vienen de todos lados sin explicación. Tu pensamiento nublado intenta encontrar respuestas pero la combinación del sueño amplía sus alcances. Un llamado como el de la media noche de Dolores; las trompetas de plata del juicio final, cuerpos en su última marcha al camposanto, con procesión de muertos rezanderos. Los Alabados son de las mujeres sin rostro de paños oscuros. Lastimosos rezos implorando perdón que expande la oscuridad e introduce al corazón sombras quebradas con filos cortantes.
Estás casi seguro de que en cualquier momento podría aparecer doña Eduviges para prepararte el desayuno o que Damiana te diría que todos en tu casa están muertos y que la ruinosa casa no es sino el vestigio de una vida que quedó dormida en un pasado sin tiempo que te afanas en recordar.
Quieres incorporarte, las campanas se van alejando, sientes como el dolor se te mete al cuerpo por las desgarradas y lejanas voces de “Perdónalo, perdónalo”, pero temes que sea real.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

órale, buen relato. Pluma y alma puestas en una dirección.

Es gratificante leer algo que valga la pena en los blogs

Anónimo dijo...

Dá escalofrío...........de pronto saberse en la caja de muerto...........


Un abrazote!

libréluna dijo...

Chido mi Mostro, con todo el sentimiento de dos de los grandes de Jalisco, con ese ritmo pausado, lento como el insomnio, aletargado como cuando queremos que pase el tiempo y nos encontramos en una sala de espera cualquira que, a veces, incluso, puede ser la cama.

Anónimo dijo...

Yo era muy pequeño, pero ese recuerdo no se ha borrado de mi mente.
Cuando una persona fallecía en algún rancho cercano a Compostela, traían cargando al difunto a este pueblo, familiares y amigos venían a pie.
Pero no se porque rayos, siempre entraban al pueblo, ya muy noche. Venía el cortejo a obscuras, o acaso traían una lampara de mano con la que se guiaban en las sombras de la noche, y, a veces lloviendo.
Lo omportante para mi de esto que les platíco, es que mientras caminaban lentamente por las calles cantaban EL ALABADO. entonaban ese canto, mujeres y hombres, pero con una voz y un tono, que de oír tan lastimero se enchinaba la piel, y para completar el coro, los perros aullaban y ladraban.
Cuando en alguna ocasión ese cortejo pasaba por la calle donde vivía yo, para mi era un terror indescriptible, que no tenía otra alternativa que correr a refugiarme a la cama donde dormian mis papás, mi madre me calmaba con tiernas palabras, y recuerdo que para el susto, me daba un the de estrllitas de anís, o un terron de azucar impregnado de petroleo,

Este modesta participación, la escribi, ayer domingo 19 en el foro.visiondemente.com desde luego que es un fragmento que quiero compartir con ustedes.
soy ya una persona mayor, pero me gusta escribir con todos los errores que pueda tener, el que nunca en su vida practico la descripción o narrativa.
mi nombre Gregorio García Rodríguez.
ggregoriogarcia@hotmail.com

frecuento mucho el foro que antes les mencioné, cuando tengan una oportunidad visitenos, sin que ustedes abandonen este agradable espacio, en donde escriben. Gracias un saludo afectuoso.