martes, 21 de febrero de 2006

De tortas ahogadas

Leí hace algunos días en algún periódico que en México hay 12 mil científicos. Poco más de la mitad tiene menos de 40 años, pero el desempleo rebasa el 60 por ciento. El panorama para los investigadores jóvenes en nuestro país es realmente desalentador. ¡Qué cosas! Mis maestros en la facultad me animaban diciendo: “No muchachos, ustedes la tienen difícil. Ni piensen en encontrar una chamba de investigador”. Desde aquel entonces la incertidumbre laboral es el dolor de muelas que acompaña a los estudiantes de humanidades (bueno no es el caso para quienes estudian derecho) y de ciencias sociales.
Sí, la cosa no está sencilla. Por ejemplo, la UNAM que capta casi el 60 por ciento de los recursos federales destinados para la investigación, durante el 2005 abrió cero plazas de investigación. Sí, señor CERO, ni una, nada, bolita. La institución dónde realicé mi maestría y mi doctorado tiene la puertas cerradas, por falta de presupuesto, para los recién egresados. CONACYT está privilegiando a los grupos de investigación consolidados para otorgar presupuestos, y por si eso fuera poco, está exigiendo experiencia para quienes presentan nuevos proyectos (entre ellas tener algún nivel del SNI). Oiga usted, pero si yo apenas voy empezando, ¿pos cómo quieren que le haga?
No sé cuánto le costó al Estado mi educación. Pero estoy seguro que no fue poco varo. Más bien muy por el contrario. Podría decir que de adoptar la tan socorrida profesión de taquero (está mal que yo lo diga, pero la mera verdad hago unas salsas deliciosas y es sabido por los buenos comedores callejeros que la salsa es más de la mitad del taco), me convertiría en el más caro de la historia nacional (bueno, la verdad no sé; la competencia para tal presea está reñida. Después de todo somos 12 mil científicos en el país y yo tengo la desventaja de que no cursé kínder). Pero eso ya está muy choteado. Mejor voy a poner un puesto de tortas ahogadas. Después de todo vivo en Guadalajara y soy un profundo republicano, federalista, anticentralista y regionalista (para algo estudié: tengo todo el derecho de emplear palabrotas en mí hablar y escribir).
En un encuentro sobre las perspectivas científicas y tecnológicas en México que tuvo lugar hace pocos días cerca de dónde vivo, los ponentes señalaron frente a algunos diputados federales presentes en la reunión el triste panorama que tenemos los jóvenes egresados de postgrados. A lo mejor les tentaron el corazón y ellos señalarán en la tribuna legislativa que quizá sería bueno incrementar el porcentaje del PIB destinado a la investigación (0.42 por ciento) la mera verdad no alcanza para nada.
Creo que el problema central es ese, pero también la manera en que las instituciones se desarrollan. Por ejemplo, desde que yo entré a la facultad nunca he escuchado que el INAH Jalisco haya creado una nueva plaza de investigación. Pero ahí no para la cosa; las que existen son prácticamente vitalicias; luego, los investigadores, a pesar de que ya estén muy grandes, prefieren seguir trabajando; porque con el dinero que obtendrían por la pensión no les alcanzaría ni pa los cigarros. En algunas otras instituciones una vez que queda vacía una plaza de investigación, para ocuparla hay en puerta un millón de aspirantes que ya tienen un montón de años trabajando como auxiliares de investigación.
Ya me dieron ganas de llorar. Pero intentaré ser fuerte. Nada más sí voy a esconder las galletas saladas. En este momento podrían ser muy peligrosas para mi integridad física.
No intento señalar a nadie, ni tampoco me quiero meter en el rollo de que muchos investigadores tienen muy pobre (por decir lo menos) producción académica. No me gusta ser envidioso, quienes ya tienen chamba de investigador reciban todas mis felicitaciones y hay mucha gente que la mera verdad sí se merece el puesto. No son todos. Claro está, pero no está bueno andar señalando nombres.
Por eso no me gusta leer el periódico. Luego me deprimo. Quizá le haga caso a Fox y me meta a la onda de los changarros. Un puesto de tortas ahogadas es buena opción. Sé que sería echar a la borda un montón de años de esfuerzo y dedicación a los estudios. Pero mis tortas estarían cargadas de grandes dosis de inteleptualidad.

¿Habrá próximamente una inauguración de las famosas “Tortas el doctor”? Espero que no. Quiero ser ingenuo y tratar de ver las cosas con optimismo. De cualquier manera aquí estoy y todavía no me toca bajarme del tren.

4 comentarios:

Chrontázar dijo...

Y luego por qué la fuga de cerebros, edá?

Piensa mejor en Canadá, que aunque el frío está cabrón, creo que hay más oportunidades de desarrollar una carrera en la investigación.

Te dan miedo las Europas, en fin, cai'caduno...

Tortas Ahogadas El Doc... me gusta...

Igor dijo...

Zas. 25 años metidos en un aula, y luego la Nada. La puritita Nada. La encarnación de la Nada. Lo de las tortas suena bien. No creo que haya contradicción alguna en ello. El problema radica, como casi siempre, en la lógica occidental judeocristiana que nos indica que después de haber cursado tanto pinche estudio, lo más sensato es la investigación y la docencia. Ni madres. ¿Por qué carajos tiene que significar un desperdicio haber estudiado tanto para luego abrir un changarrito? ¿QUé tal si hacemos de ello la lógica dominante? Me gusta Tortas el Doc. Si requiere de socios, pos ya sabe, acá tiene un próximo desempleado más. Je.

Ernesto Rodsan dijo...

Así es mi Chrontázar. No nada más me da miedo las europas, me da miedo todo hasta mi risa y mi cinismo.
Herr Rencoria estoy de acuerdo contigo, lo único que importa es haber recorrido el sendero. No hay premiación ni estrellita en la frente al final de la clase. Ya veremos que ocurrirá con las tortas el doc.
Greetings a ambos dos.

Itzxochitl dijo...

Hola mi querido Yohualli......
Algunas veces nos vemos con los miedos encima, pero ellos solo implican cambios....
Taria chido Canada capaz que encuentras un Totem chingon; y con el la investigaciòn toma un nuevo sentido en tu vida, adelante mi Doc, usted siempre podra despabilarse y buscar nuevos horizontes.