miércoles, 8 de febrero de 2006

Jaime

Jaime sabía que algo no andaba bien. La pesadez y el entumecimiento de su cuerpo no era el normal que dejan los somníferos. Por más que trató hacer, frente al espejo, sus diferentes sonrisas, los músculos de la cara parecían no responderle. Expresaba sus frases corteses: “Bueno días Poli”. “Con gusto licenciado”. “Claro que sí Carlita”. “Ese vestido te sienta de maravilla Ale”. Pero nada de sonrisas fingidas. Veía su cara sin reacción con una expresión vacía. Se masajeó, se dio golpecitos. Intentó con agua caliente, luego fría. Pero no hubo reacción. La premura lo obligó a despegarse del espejo.
La mancha roja en su estómago era más grande. Lo pudo notar cuando abotonaba su camisa blanquísima Yves Saint Laurent. Pero no quiso prestar atención. No tenía tiempo de hacerlo.
Puede ser un cáncer. Puede ser muy doloroso. Una alergia quizá… A ti que te valga madre lo que sea. Ya me tienes hasta la madre, pendejo. Eres tu quien reside ahí. Ahora tú eres esa mancha en el estómago y yo tomo el control… Voy a hacer cita con el doctor para que me haga análisis. Pero particularmente hoy no puedo llegar tarde. De seguro mis compañeros quedarán admirados cuando me vean terminar primero los informes… ¡Uy! qué gusto que nuevamente pongan tu estúpida foto, con tu nombre, por sobre la de tus compañeros con el título de “El trabajador del mes”. Me dan ganas de asesinarte a ti también.
La aguda tensión que se clavaba en su cuello no era inusual, como tampoco lo eran desayunar un par de Sedalmerk con café cargado. Llegó con sus pasos chiquitos y tímidos hasta su cubículo con pretensiones de privacidad; dejó su portafolio encima de la mesita y empezó a ordenar el montón de papeles que había en su escritorio. Se inclinó para encender su máquina, pero fue ahí cuando un agudo dolor en el estómago se le clavó y lo paralizó. Sólo fueron un par de segundos. Todo volvió a la normalidad e incluso pudo regresar la sonrisa a su rostro, aunque esta vez era diferente.
— Ven, ven, mira. Estoy seguro que lleva más de media hora viéndose las manos.
— Así que amaneció más entumido que de costumbre.
— Sí, míralo. Mándalo a los cafés para que se despierte.
— ¿Tú crees que quiera? Lo vi pasar con su taza antes de sentarse en su cubículo…
— ¡Claro! El buen Jimmy nunca se niega. Dile y verás.
— Qué onda Jimmy, tráete los cafés ¿no? Ya ves. No responde. Está enjimmysmado.
— Jimmy, ¿no oyes que te hablan?
— Perdón ¿qué paso?
— Tráete los cafés ¿no?
— Ah sí, claro que sí. De hecho estaba por ir a rellenar mi taza. En un momento se los traigo. Con dos de azúcar ¿verdad?
— Sí, Jimmy. Pero al mío le pones crema ¿no?
— Sí, claro que sí. Con gusto. ¿Tu no quieres crema?
— No, Jimmy, lo prefiero negro.
En cuanto termine los reportes, lleno los formularios y así antes de las tres de la tarde ya estará listo. Espero que el doctor me pueda atender hoy… No, será diferente lo que vivirás esta tarde. Saldrás por fin a la vida.
Este silencio es muy raro. Aquí todo el tiempo hay barullo. No se escuchan los gritos de los jefes, ni el timbrar de los teléfonos. ¿Pero qué estoy haciendo en el cuarto de la copiadora? ¿Y las tazas? ¿Por qué estoy desnudo? ¿Es de noche?
Sin darse cuenta, Jaime soltó la barra de acero que sostenía en su mano. Salió del cuarto de la copiadora para descubrir los restos destruidos de la oficina.

4 comentarios:

Igor dijo...

Dos cosas que me aterrorizaron. La primera: la imposibilidad de sonreir. No manches. Me imagino queriendo prodigar una sonrisa, manque sea hipócrita y que no me salga, y me asusta (aunque últimamente casi todo me asusta). Podría pensarse que, en última instancia, tanto la sonrisa como el modo en que disponemos de nuestra caca son los factores primordiales que nos diferencian realmente de los animales. Y segunda cosa: excelente uso del recurso narrativo de comenza in medias res. Me cae. El texto me gustó un chingo. Zas.

I.

Anónimo dijo...

exelente narrativa!!

nada aspera y con sentido del humor!!1
me gusto tu blog!!!

te seguire leyendo!!!

cuando puedas visitame!!!

Chrontázar dijo...

Una cosa.

Ya ves Yohualli que te dije que iba a leer y luego dejaba comentario, sí te acuerdas, verdad? Bueno, pues lo leí, el pater Igor me ganó el comentario de la sonrisa imposible y gracias a su acertado comment, bueno, decidí esperar a ver si se me ocurría cosa mejor qué pensar y ponerle al asunto.

Repentinamente, como por iluminación o lo que sea (bien podría ser que la Isla me haya dicho lo que tenía que escribir), me di cuenta que el tema es muy, pero demasiado parecido a lo de la Rebelión de los gordos, particularmente la escena de la cafetería... a decir de mí, se trata de otro bosquejo, otra aproximación de lo que representa para ti la historia que propones (la de la Rebelión) y quizá no sientes redonda.

I might be wrong, anyways.

Na Zdravje.

Anónimo dijo...

es una buena narrativa, te voy a recomendar en mi blog