martes, 4 de julio de 2006

Ahí están sus changarros pues

Estaba convencido de antemano. Era un republicano irredento. Lo era incluso desde el vientre; lo mamo de su madre y lo escuchó de su padre en palabras que todavía rebotaban en el líquido amniótico. Por eso, cuando se prestó a participar en el experimento en el que le leyeron la actividad cerebral mientras veía una selección de mensajes contradictorios de su don George, no era la zona del razonamiento la que arremolinara la sangre, sino una más profunda, la afectiva. Su presidente se contradecía, pero el cerebro de Jimmy no hacía el más mínimo ejercicio de lógica racional y no se percataba de la mentira. Pero lo más relevante que demostró el experimento no fue sólo que Jimmy no usara su razón cuando escuchaba al líder de su partido, sino que tampoco lo hacía cuando escuchaba los discursos del demócrata; su rechazo sentimental se encendía sólo con ver el rostro de aquel personaje.
En el experimento no analizaron lo que ocurre en los cerebros de las personas que no tienen filiación partidista, que de seguro es la mayoría; quizá es mucho suponer que la reacción es distinta. Es partir de la hipótesis de que se escucha el mensaje, que se interpreta, que se interioriza, pero que también se contextualiza, se analiza, se critica…
Horkheimer legó la idea de que la televisión es una caja estúpida que idiotiza y descerebra a quienes la ven, crea los consensos necesarios para mantener la cohesión social y la conservación del status quo. Luego, desde Inglaterra, John B. Thomson sostuvo que en los mensajes transmitidos por los mass media interviene también el receptor; es decir, quien observa el mensaje no es un cerebro vacío que asume, sin chistar, lo que se le está comunicando, sino que hay una serie de filtros intelectuales, racionales, culturales y contextuales de parte de espectador, con los que interpreta el mensaje. Quizá la hermenéutica profunda no contempló una interpretación de mensajes masmediáticos en una situación crítica, en la que los sentimientos de amenaza y temor se ciernen en las estructuras sociales.
Recién ha terminado, por fin, más de tres meses en que los medios masivos de comunicación estuvieron inundados por la propaganda política de los que querían ser elegidos para gobernar este país. Todo un festín para las compañías publicitarias y para los medios masivos de comunicación. El espacio público fue abarrotado con todo tipo de publicidad política, ya sea la televisión, el radio, los periódicos e Internet estuvieron colmados con frases pegajosas, caras de políticos sonrientes, sin corbata y con las mangas de la camisa arremangadas, como de esos ejecutivos que quieren dar la impresión de trabajar mucho. Pero no sólo el espacio público estuvo inundado. La agresividad de los políticos fue tan nefasta que invadió el espacio privado. No pasó una semana sin que por mi colonia transitara más de una camioneta portando altoparlantes con sonidos chillantes invadiendo hasta el último rincón de la intimidad. No sé cuántas veces recibí llamadas de un par de partidos políticos pidiéndome que les favorezca con mi voto. Con un buen derrame de bilis les exigí que no llamaran a mi casa.
Le creí a Castells cuando sostuvo que los comerciales publicitarios no producen necesariamente una compra; sino que más bien es una lucha por ocupar un espacio simbólico privilegiado para mantener entre la población la presencia de los productos y marcas comerciales. Analicé con cierta profundidad ese fenómeno y concluí con una risa socarrona. Pero ahora ya tengo mis dudas, quizá el temor puede producir compras de productos que realmente no se quieren y que al adquirirlos se justifica la acción con un complaciente “bueno, voté —perdón, quise decir compré— [por] el que creía que era el menos peor”. Esos votos muestras que nuestra democracia pende de un hilo, y que puede haber una enorme mayoría que prefiera una dictadura, a cambio de tener asegurado el pan y el techo. Esto sin duda es muy peligroso.
Me ha invadido una profunda incertidumbre. No creía que las campañas electorales se ganaran con publicidad masmediática. Tampoco creía que los mensajes que infundían miedo entre la población tuviera un efecto tan poderoso. Sectores de la población que yo calificaba como críticos y de mentes abiertas se fueron por una opción que ideológicamente no les es compatible. Apostaron por una supuesta estabilidad política, social y económica. La golpeada y famélica clase media, esa que soporta el peso más fuerte de los impuestos; esa, la castigada por los gobiernos conservadores es la que se alía, paradójicamente, con sus opuestos de clase social. Fueron ellos, la clase media, la que quiso creer cuando se le dijo que podían perderlo todo. Creyeron cuando les dijeron que les iban a subir los impuestos. Creyeron cuando les dijeron que se ahuyentaría a la inversión extranjera y que se perdería la democracia. Creyeron cuando les dijeron que México se convertiría en Venezuela. Creyeron cuando les dijeron que iba a perder sus pinchurrientas casas de interés social a costos de residencias, sus automóviles, los poquitos bienes que han reunido con tanto esfuerzo. Creyeron cuando les dijeron que otra opción era un peligro. Creyeron cuando les dijeron que todo iba a mejorar. Creyeron cuando les dijeron que otra opción era un peligro para el país.
¿No hubo irrigación sanguínea a las zonas donde se radica el racionamiento? ¿Fue el miedo el que triunfó? No me deja de sorprender que los profesionistas esforzados en sus trabajos con sueldos de miseria, ellos que leen periódicos, que ven los noticieros de la noche, que tienen conexión a Internet, que tienen correo electrónico y ven pornografía a escondidas en la chamba, ellos que son el selcto grupo de gente informada haya creído el discurso que infundía miedo.
Es esa clase media esforzada la que tiene prácticamente cancelado el camino hacia las altas esferas de poder económico y político y lo paradójico es que está apoyando al sector social que le cierra el camino. Es realmente sorprendente que se quieran conformar con el apoyo a los changarros, porque es lo que este gobierno y el que sigue le destina a la clase media. Eso y soportar el peso de los impuestos —ya lo había dicho, pero no deja de calarme muy hondo—. Esta clase media, producto del capitalismo es el agente político que hipotéticamente es el más dinámico de toda la sociedad, pues es el origen del movimiento, al tener necesidad de abrirse paso hacia las altas esferas de poder que se le manifiestan cerradas; pero contraria y paradójicamente apoyan al conservadurismo. Indudablemente este país es sorprendente. Las clases de historia de la primaria, secundaria y preparatoria nos pasaron de noche. Porque esa historia, la oficial, la que aprendemos en las escuelas, tiene una orientación profundamente liberal y explica como durante el siglo XIX la emergente burguesía de este país luchó para quitar el poder a los rancios cotos de poder conservador de este país, pero lo que no se dice es que esa misma clase liberal es ahora la conservadora, pues se alimenta de la falta de movimientos, de la conservación del stablishment tal cual está.

2 comentarios:

Itzxochitl dijo...

Es mucho el dolor de este descubrimiento, es mucho lo que me pesa, pero al final como alguien lo dijo LA IGNORANCIA HA GANADO, no se si me siento peor por no formar parte de ese grupo selecto "DE IGNORANCIA", pero estoy segura, que si asi fuera, no estaria triste y desilusionada.

Noemi dijo...

Ignorancia? Irracionalidad? Manipulacion? Como que las campañas no se ganan con publicidad?... En que mundo vives!!!?? Con quien quieres que empiece? Con "en mi gobierno"? los parientes incomodos?, la militancia del clero, la nota roja, los modelos politicos extranjeros?

Hasta ahora, en esta campaña (que he puesto un poco de atencion), no he encontrado un politico que no manipule, que no tergiverse... NINGUNO. Asi es su juego, su guerra. Y la clase media pensante... sueña que piensa. Es vulnerable porque tiene mas que perder, es vulnerable porque mas que acordarse cuando ha estado abajo suspira y rasguña por estar con los de arriba. Es vulnerable porque cree que piensa mayormente ponen las ideas en sus cabezas; le susurran al oido entre sus sueños y al salir el sol, piensa que piensa.