jueves, 3 de enero de 2013

Reflexión de "Historia de mi vida" de Anton Chejov


Hay un cierto tipo de personas que decide plantearse problemas que será incapaz de resolver. Y no tiene ningún problema de vivir así su vida. Así pienso en Chéjov cuando escribió su “Historia de mi vida”. Su personaje Misael Polosnev decide cambiar el mundo en uno más justo. Pero no lo hace soltando proclamas ni dando consejos para que los demás cambien. No, quiere cambiar el mundo desde su propia acción. Rechaza a su vida cómoda, frívola y superficial de aristócrata para irse a trabajar en labores físicas. Pintando casas, poniendo ventanas, arreglando bóvedas, sembrando, cuidando animales. Para él eso no tiene nada de indigno, es injusto vivir las comodidades que le ofrece su familia. No le importa ser rechazado por su padre ni por sus “amigos”. Tampoco le importa ser rechazado por los obreros que desconfían de él por ser de familia rica. Decide cambiar el mundo con su acción. No es ingenuo y sabe que su acción no cambiará nada, pues es sólo una gota en el océano y a pesar de eso, se mantiene en su vida de obrero ganándose el pan que se lleva a la boca. No le importa que su esposa Maria Victorovna lo haya dejado, sabía que él era para ella más que un capricho por querer cambiar el mundo de los mujiks (campesinos). Un intento que sólo duró seis meses y ante la ausencia de resultados, decide irse y seguir viviendo la frivolidad y la comodidad que representaba su vida antigua.
           Después de haber leído esta novela pienso en lo absurdo que son los mensajes de la televisión que intentan cambiar al mundo a bola de discursos. Lean 20 minutos al día; si toma, no maneje; aproveche parte de su aguinaldo para pagar deudas y así pueda ahorrar; comas frutas y verduras… Que absurdo son esos mensajes. Misael Polosnev se fue a pasar hambres, frío y demás incomodidades porque no compartía la manera en que estaba estructurado el mundo y supo que su actuar no cambiaría nada, sólo su propia vida.

Misael Polosnev, el protagonista de la novela, decide dejar su vida aristocrática para ganarse el pan que se come con el esfuerzo físico de sus manos. Su padre lo rechaza y deshereda. La aristocracia también lo rechaza, pero ocurre lo mismo dentro del grupo de los obreros. Sienten desconfianza de un noble que deja su vida cómoda para ponerse a trabajar como pintor o albañil.
Chejov en sus reflexiones considera que vive en una sociedad injusta, en la que unos pocos gozan del capital y de la instrucción y eso les hace tener una vida cómoda, pero profundamente aburrida. La mayor parte de las veces, el capital es habido por métodos no muy claros y deshonestos. Viven en trabajos de oficina del Estado sin crear, inmersos en una profunda frivolidad. Comiendo manjares y bebiendo vinos lujosos. Para esa aristocracia, existe un orden natural de las cosas. Los privilegiados viven en esa comodidad debido a que su inteligencia es superior. Mientras que los mujiks (campesinos) están inmersos en la estupidez y suciedad. Su única aspiración es beber vodka.
Chejov, a través de Misael, considera que si bien es cierta la estupidez y la suciedad de los mujiks, también es verdad que son ellos quienes tienen la aspiración de construir un mundo más justo. Un mundo en el que las desigualdades no sean tan marcadas. Misael es congruente todo el tiempo. Vive como obrero, se viste como obrero, trabaja como obrero, come como obrero. Un obrero que cree que no existe nada de indigno en que se trabaje físicamente para ganarse la comida.
María Victorovna, una joven aristócrata caprichosa y excéntrica con aspiraciones de justicia social, se divierte con su amigo obrero. Para ella es una especie de amigo exótico quien le permite rozarse con el populacho. El aburrimiento y la frivolidad de Victorovna la llevan a proponer a su amigo que se vayan a un pueblo rural de Dubechnia, donde su padre posee tierras. Se casan y se van para dedicarse a las labores agrícolas y ganaderas y ayudar a los mujiks. Construyen dificultosamente una escuela, todo para descubrir que están siendo robados a cada instante y que los campesinos no son sino unos brutos, incultos, y sucios que no les preocupa ninguna otra más que beber vodka. Victorovna se desanima y reflexiona que no han logrado ayudar en nada a cambiar las cosas. Que sus esfuerzos, después de seis meses de arduo trabajo, no ha representado sino una gota en el océano. Regresa a la ciudad. Cuando Misael se ve solo, sin su esposa, se da cuenta que todos sus trabajos en el campo carecen de sentido para él y ni siquiera los disfruta. Cae en la cuenta que sólo lo hacía para darle gusto a su esposa.
Regresa a su lado, pero ella decide irse a Petersburgo. En poco tiempo se irá a Estados Unidos y le pedirá el divorcio. En la ciudad Misael nuevamente conseguirá trabajo pintando casas, poniendo ventanas, como lo hacía, pero ahora vivirá con su hermana Cleopatra, quien decidió dejar su vida vacua en la que sus preocupaciones eran que no se consumiera mucha azúcar, guardar coles y economizar los gastos de su casa. Al igual que su hermano, Cleopatra decidió dejar a su aristócrata y déspota padre. Ahora viven los dos hermanos juntos, ella embarazada y enferma de gravedad. Tiene a su hija y poco después muere. Pero antes de morir, Misael se enfrenta por última vez a su padre para informarle que su hermana está gravemente enferma. El padre, aferrado a sus creencias, sigue en la misma resolución. Desconoce a sus hijos y repite una y otra  vez que se cosecha lo que se siembra.
La vida de Misael continuará junto a su sobrina y junto a una antigua aristócrata que lo amaba. Se encuentran en la tumba de Cleopatra y caminan juntos por la ciudad, hasta que llegan a la calle de la Nobleza, donde ella le suelta la mano y desconoce. Sin embargo, Misael ya será aceptado por los obreros como uno más. Se convierte en contratista y se mantiene firme en sus creencias de que es preciso trabajar para ganarse el pan que uno se come.

No hay comentarios.: