miércoles, 13 de julio de 2005

Interludio

Para Ángela

Saúl no estaba. Tuvimos que esperarlo en aquellas escalaras oscuras, junto a su departamento, para guarecernos de la lluvia. A lo largo del día me repetiste varias veces que me notabas muy tenso; que me hacía falta relajarme. Por más que te argumenté que sólo era cansancio y falta de dormir, no te convencí. Para ti estaba tenso y nada más.
Llevábamos todo el día juntos, mis bromas te hacían reír, mis comentarios te divertían. De hecho, no dejé de sentir que les sacabas mucho más brillo del que en realidad tenían. El día te parecía fantástico: el sol y el calorcito de verano mitigado por la nieve de yogurt que disfrutaste como niña y lamentaste que se hubiera terminado. Los cuernitos de cajeta y de jamón con queso de la pastelería Croissaint te parecieron simplemente deliciosos. Tu alegría la veía como la que podría sentir una prisionera que acabara de salir de la cárcel. De hecho era así, aunque tu celda no era custodiada, sino era el arrumbamiento que a veces produce compartir el tiempo con alguien.
Desde la primera vez que te vi sentí un fuerte golpe de sangre caliente a la altura del ombligo; descendía vertiginosamente hasta mis piernas y se volvía un remolino que barría todo mi ser y se clavaba justo arribita de mi entrepierna. Pero no te lo dije, no me diste oportunidad, o quizá no la busqué porque tenías tanto qué contarme.
Te imaginaba desnuda, recostada a mi lado, acariciándome los pelitos chinos del pecho, sonriéndome. Tu como esos pensamientos eran completamente nuevos para mí. No hablaríamos, no haría falta. El silencio significaba seguir con los cuerpos enredados, formando uno solo. Imaginaba tu pelo lacio y cortito todo revuelto haciéndome cosquillas y trataba de adivinar a qué olería.
Las charlas sobre cine fueron nuestros primeros acercamientos. Las tardes transcurrían comiendo palomitas de microondas, sentados en la banqueta del Oxxo y compartiendo impresiones sobre De Niro, Hopkins, Allen, Tarantino... La historia no te interesaba mucho, preferías evitar el tema; siempre creíste que no eras buena en eso. Trataba de hablarte de Bloch, Hobsbawn y Zemelman... pero tu preferías las novelas y el conocimiento intuitivo, por eso me recordabas a la Maga y por tu interminable retahíla de preguntas sobre los sentimientos. Me pedías que te platicara de Rosario, mi antigua novia. ¿Cómo la conociste? ¿Qué te gustaba de ella? ¿Por qué la quisiste tanto? No parabas de preguntar. Hacías que me olvidara de mí y me concentrara en ti.
Sabías que no pasaría de invitarte al cine, a jugar billar o a tomarnos unas cervezas. Lo intuiste desde la primera vez que salimos y te conté lo de Rosario.
Fui el primero en sentarme para esperar a Saúl; me seguiste un escalón abajo acomodándote entre mis piernas. Movías el cuello, ahora eras tú quien estaba tensa. En tu sutileza sacaste a colación la película donde un psicólogo enseña a un esposo cornudo a practicar el sexo basado en una filosofía oriental. Entonces conocí tu discurso sobre los efectos relajadores que produce hacer el amor.
Me duele el trapecio, mira, justo aquí --dijiste y acomodaste mi mano sobre tu piel. Fue la primera vez que te toqué y en cuanto lo hice toda la tensión sexual contenida en cada uno se liberó; pude sentir como una ráfaga de viento caliente y pesado que surgió de entre los dos y se elevó envolviéndonos violentamente. Aspiramos esa llama con tanta fuerza que inclinamos nuestras cabezas. Tu alcanzaste mi entrepierna y ahí la dejaste y en eso llegó Saúl con su novia.
Ninguno de los dos escuchamos lo que dijo. Pero oír su voz fue como regresar a la realidad después de haber vivido una ensoñación enardecidamente deliciosa. Me apretaste el muslo con tu mano y nos pusimos de pie. Lo que íbamos a tratar en la reunión lo pasamos por alto. Queríamos los dos salir de ahí de inmediato.
Mientras caminábamos hacia el camión, no nos queríamos separar; pero sabíamos que tenías que irte. Te abracé fuerte al llegar a la esquina y nuevamente se apareció la llama recién encendida entre los dos. Otra vez mis pulmones se llenaron de ti y del olor de tu cabello que era justo como lo había imaginado. Te ruborizaste, casi puedo asegurar que sentías exactamente lo mismo que yo, pero tenías que irte.
--Mañana te veo ¿no?-- no te contesté, me concentré en tus ojos--. Bueno, hasta mañana.
Al día siguiente sólo te miré y nos encaminamos, sin comentar nada, al jardín.
Y ahora estoy aquí nuevamente, después de la historia, trayéndote flores y contándote lo que antes no me permitiste; ya no me interrumpes con tus preguntas pero yaces aquí fría y en silencio.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy linda tu descripción.

Saludos :)

Igor dijo...

Maese Yohualli.

Tiene usté una potencia narrativa que no le conocía. La neta, su relato atrapa. Verdaderamente atrapa. El desenlace, amargo, como me gustan. Yo le sugeriría que hiciera ya esa tan comentada novela de la revolución de los gorditos.

Chingón!

libréluna dijo...

No mames!!!, ora sí te luciste, mi mostro!!!, ora sí que me dejaste en un silencio no permanente pero sí oportuno. Bien, Mostro, muy pero muy requete bien!

Ernesto Rodsan dijo...

Importa si es realidad o es ficción? No sé quien me lo preguntó, pero creo que no es importante. Importa más qué es lo que interpretas como lector o lectora; lo que te hace o no sentir, lo que vibra o no en tí al leerlo.

Chrontázar dijo...

Pos como ya todos dijeron, nomas para que quede constancia que estoy de acuerdisimo que la narrativa esta en buenos trances contigo.

Ficcion sin pizca de realidad no es ficcion, pero de eso a que haya realidad en el relato...

libréluna dijo...

No concibo la fantasía sin su dósis de realidad, finalmente la fantasía es producto de un ser real, no se llega a ella sin el canal real. Lo importante, lo realmente importante en este caso, es tomar la alternativa, soltar los dedos y pegar manchas virtuales en las mentes y a veces en los corazones del otro. Ánimo, mostro, usté siga tirando belleza como hasta ahora.

Anónimo dijo...

Me pareciò muy mistico y lleno de mucho vibra positiva tu relato, eres un verdadero percibidor de lo que llamamos amor. Te deseo lo mejor y felicidades por tan hermoso relato.